Un entorno idílico y, sin embargo, una operación trastocada. Ésta es la paradoja del Mont-Saint-Michel, desde el 26 de diciembre. Una quincena de los 55 empleados de la abadía, gestionada por el Centro de monumentos nacionales (CMN), están en huelga. Desde entonces, el edificio, uno de los monumentos más visitados de Francia con 1,5 millones de turistas al año, ha estado cerrado al público o abierto de forma gratuita. En el panel de orientación al pie del edificio, un cartel advertía esta semana a los visitantes: “Debido a un movimiento social, el monumento se abrirá entre las 13.00 y las 17.00 horas, las visitas y visitas guiadas están canceladas”. Dos turistas que encontraron las puertas cerradas por la mañana, Lise y Thomas, de 25 y 24 años, están “un poco decepcionados” por haber venido de Flers (Orne) sin ver la abadía, pero creen que “la huelga no no lo hagas por nada. Al final de la reunión del 3 de enero, el movimiento huelguístico se prorrogó hasta el sábado 6 de enero, cuando los huelguistas decidirán en una asamblea general sobre la continuación del movimiento, después de nuevas conversaciones con la dirección.

¿Por qué estos empleados están en huelga? Las reclamaciones se basan en tres motivos: casi 350 escalones que subir, humedad y frío. En el puente de acceso al Mont, visitado por tres millones de personas cada año, un recepcionista arrastrado por el viento y la lluvia durante varias horas bromea sobre esta joya, una oficina “magnífica pero mal climatizada”. Entre la subida matutina para llegar a la abadía, “las visitas y los que permanecen de pie todo el día, todos tenemos problemas en las articulaciones de las rodillas y los tobillos”, lamenta Herminia Amador Chacón, de la CGT. El sindicalista insiste: “Nuestro servicio de transporte exclusivo nos da diez minutos por la mañana para subir al monte hasta la cima y abrir todo el edificio al público. ¡Abrimos tarde todas las mañanas porque es físicamente imposible!”

Los huelguistas (CGT, CFDT y Sud Solidaires) exigen un aumento del personal, un reconocimiento financiero de los conocimientos lingüísticos y del trabajo duro, así como una mejora de las condiciones de trabajo. Las inversiones “no están a la altura de este maravilloso monumento que es la abadía, aunque aporta mucho dinero al CMN”, según el sindicalista.

Arnaud Noblet, secretario general de la Abadía del Monte Saint-Michel para los Monumentos Nacionales, dice que “comprende a nivel personal” que los empleados a veces se sienten “abrumados” durante la temporada alta. Recuerda que “desde 2018 la plantilla ha aumentado un 7%, hemos pasado de 55 agentes fijos a 85 durante el periodo estival, y las negociaciones de fin de año dieron como resultado la creación de 2,5 puestos”. Para él, el CMN funciona “en igualdad y lo reivindicamos, los grandes monumentos como la abadía permiten que existan los pequeños”.

Los pocos comerciantes de Mont aseguran que no han observado ninguna diferencia en su facturación desde el inicio del movimiento. Solène, de 41 años, que vino de la región de París con su familia, “se sorprendió gratamente al ver que era gratis”. “Si podemos, daremos un billete de salida al monumento y al personal”, añadió.