ENTRE la pesadilla de los coronavirus que comienza a extenderse también en Afganistán, la amenaza de los Talibanes, que han llegado a un acuerdo con los estados unidos sin las garantías de las autoridades de Kabul, la sombra de Isis-Khorasan que afecta y prepara nuevos ataques terroristas, era difícil encontrar un peor momento para una crisis institucional. Sin embargo, Ashraf Ghani y Abdullah Abdullah están listos para arrastrar al País hacia un choque muy duro, en el nombre de sus propios intereses de poder. Y mientras tanto los aspirantes a la silla presidencial estaban celebrando – al mismo tiempo – dos ceremonias diferentes de la liquidación, dos explosiones han confirmado, si todavía es necesario, que Afganistán está lejos de estar en paz.