Cruise, la filial de General Motors dedicada a la conducción autónoma, más conocida por sus taxis robot, acaba de entrar en coma artificial. El gigante automovilístico estadounidense ha hecho cuentas: el acuerdo alcanzado con el American Auto Workers Union (UAW) tras un mes y medio de huelga aumentará sus costes en 9,3 mil millones de dólares. Esto no le impide lanzar un programa de recompra de acciones por valor de 10.000 millones de dólares y aumentar en un 33% el dividendo pagado a sus accionistas.
Pero, por tanto, es urgente ahorrar dinero. Fuente de pérdidas y motivo de preocupación para su imagen tras varios accidentes, la empresa matriz de Cruise ha decidido frenar los costes. La filial de GM perdió 700 millones de dólares en el tercer trimestre. Y, desde 2016, sus pérdidas han alcanzado los 8.000 millones de dólares.
Este verano, Cruise habló sobre sus extraños taxis sin conductor que circulan por las calles de San Francisco. Pero tras una serie de accidentes con peatones, el grupo tuvo que suspender sus pruebas. Las autoridades californianas han revocado la licencia de la empresa de vehículos autónomos para operar sus coches sin conductor. Los 950 taxis robot ya están estacionados. Y se despidió a los empleados dedicados a la limpieza, la carga de vehículos eléctricos y el mantenimiento de la flota. El jefe de cruceros, Kyle Vogt, abandonó la empresa al igual que Dan Kan, el otro cofundador de la prometedora empresa.
Hoy, Mary Barra, jefa de General Motors, explica con seriedad que “la expansión de Cruise será más reflexiva cuando se reanuden las operaciones con un gasto significativamente menor en 2024 que en 2023”. El director financiero es más preciso: en 2024, el recorte supondrá cientos de millones de dólares menos.