Le Fígaro Nantes
Paseo divertido en la estación de Nantes. Este martes 16 de abril, los usuarios de la plataforma SNCF se sorprendieron al descubrir una colisión bastante absurda de manifestaciones al bajar del tren, o antes de subir a él. Los viajeros más apresurados protestaron contra el bloqueo de la estación por parte de un movimiento social de conductores de VTC; y los más curiosos se abstuvieron lo mejor que pudieron de colar una cara en el plató de una comedia musical ideada por estudiantes de cine. “Eso es Nantes: ¡gruñimos por un lado y cantamos por el otro!”, resume una madre de dos niños que conocimos allí.
Es aún mejor: los dos grupos entraron en la estación aproximadamente a la misma hora el martes por la mañana, alrededor de las 7:30 a.m. Mientras los cuarenta estudiantes de la escuela CinéCréatis de Nantes descargaban el material y el material necesario para el rodaje, 167 vehículos se posicionaron alrededor de la estación de tren, para gran sorpresa de algunos transeúntes. Esperados por una gran fuerza policial, los conductores fueron rápidamente dispersados. Al final de la mañana, más de treinta incondicionales estaban estacionados al costado de la estación.
Amine, uno de los conductores movilizados, no oculta su amargura. “Las autoridades nos aplican un doble rasero insoportable: ayer mismo tuvimos la autorización de la prefectura. Y hoy la policía está ejercitando sus músculos y tomando fotografías de nuestras placas”, se queja. Contactada por Le Figaro, la policía de Loira Atlántico indica que ha asegurado y racionalizado el funcionamiento caracol de los sindicatos VTC.
Leer tambiénLos “bóers” de la policía de Nantes en busca de VTC y taxis fraudulentos
Rodeado de compañeros conductores con caras abatidas, Toni también está furioso. A la policía no le importaba; lo importante para él era ser escuchado. “Pedimos un verdadero reconocimiento de nuestra profesión, señales específicas y un acceso justo a la estación de Nantes, al lado de los taxis, y no a 100 metros de distancia”, afirma el conductor. Los usuarios no pueden prescindir de nosotros y, sin embargo, las autoridades siguen ignorándonos, empezando por la alcaldesa Johanna Rolland, que todavía podría hacernos un gesto”.
Una señora mayor interrumpe los intercambios. “¿Entonces sois vosotros los que estáis bloqueando la estación y los que me van a hacer perder el avión?”, grita dirigiéndose al grupo de conductores. La viajera acababa de bajarse de su tren y por tanto no vio la actividad del rodaje estudiantil, que se desarrollaba en ese momento, en el piso del andén, a un costado del entrepiso.
Allí arriba, frente al gran ventanal, el pequeño equipo de CinéCréatis realiza varias tomas frente a un panorama extraordinario del centro de Nantes. Luego de una semana de rodaje intensivo en varias locaciones de la ciudad, los estudiantes -al finalizar su tercer ciclo de estudios- capturaron una de las escenas clave de su cortometraje. Titulada Mona, la película de 15 minutos fue diseñada y producida desde cero por estudiantes, en su mayoría de entre 19 y 24 años. Entre dos tomas, su directora, Lita Dupau, cuenta la historia. “Hace unos meses nunca hubiéramos imaginado poder filmar en la estación de Nantes. Y ahora que estamos aquí nos damos cuenta de que también tenemos que lidiar con el ruido… y con una demostración de VTC, aunque esperaba algo peor. Aunque el movimiento social no impidió el rodaje, las luces de los coches de policía parpadean de vez en cuando en un rincón del fondo filmado, para disgusto del joven cineasta. “Quizás puedan borrarlo durante el montaje, con efectos especiales”, afirma el director de CinéCréatis, Guillaume Ferchal, presente junto a sus alumnos.
Los pilotos de VTC no fueron el único problema durante esta mañana de rodaje. Si el alboroto general se puede reducir con algunos trucos, la irrupción de un mensaje sonoro procedente de la emisora o de un músico enamorado del piano vecino ha señalado más de una vez el final prematuro de una toma. Sin mencionar una inesperada alarma de incendio por la mañana. Y el continuo caos de la multitud. A un paso de la cámara, al otro lado de la cinta que delimita el cuadrado seguro del plató, Célia y sus compañeros directores se encargan de desviar a cualquier viajero que se sienta embargado por una curiosidad insaciable. Ataviados con chalecos amarillos “que inspiran respeto”, la tropa vigila la salida de la escalera mecánica. Lleva un flujo continuo de piernas que se arrastran, maletas ruidosas, niños que lloran e incluso juegos de llaves que hacen ruido. “La gente, sobre todo los más pequeños, cuando ven un rodaje quieren parar, es natural, pero al final todo sale bien, los viajeros son respetuosos, salvo dos o tres personas que insisten un poco”, se alegra Celia.
Desgraciadamente para los curiosos melómanos y cinéfilos, el rodaje de Mona no les habrá dejado canciones ni movimientos de baile que admirar. “Lo guardamos para el último día de rodaje”, confiesa Lita Dupau. Sin embargo, los viajeros presentes en el entresuelo de la estación confiesan su placer de ver a “jóvenes” aprendiendo el oficio. La simpatía es menos obvia ante la mención del movimiento social VTC. “No se pierde el tren por el rodaje, a diferencia de las huelgas de transporte”, afirma un hombre a punto de embarcar hacia Lyon Perrache. Nada sobre lo que hacer películas.