Rusia y Ucrania participaron en un raro intercambio de misiles durante la noche del sábado al domingo. El ejército ruso, que ya había lanzado varias intensas campañas de bombardeos en los últimos días, intensificó aún más su fuego este fin de semana. En pocas horas, unos 29 misiles, entre ellos S-300 y potentes misiles balísticos de crucero Iskander o KH-100, y 28 drones kamikazes Shahed de fabricación iraní, sobrevolaron Ucrania. Una de las salvas más grandes hasta la fecha. Moscú intentó, como siempre, destruir lugares esenciales, en particular centrales eléctricas o represas.

Según Kiev, 18 misiles fueron interceptados por la defensa aérea y casi todos los Shahed (25). Sin embargo, se observaron daños en la infraestructura energética y portuaria urbana en Kiev, así como en las regiones de Kryvyï Rih (centro) y en el oeste alrededor de Lviv. Mientras continúan las oleadas de bombardeos, los daños parecen menos importantes que los del viernes, cuando Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, se vio privada de electricidad y, por tanto, de agua y calefacción.

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Una de las ojivas rusas violó el espacio aéreo polaco, provocando una crisis diplomática entre Moscú y Varsovia. El territorio polaco fue sobrevolado durante unos cuarenta segundos antes de que la máquina abandonara, según informó el domingo el ejército del país. Polonia, aliada de Ucrania, quiso ser tranquilizadora y dijo que había podido derribar el misil si fuera necesario. Un incidente similar tuvo lugar en diciembre. El embajador ruso en Varsovia será convocado por el ministro de Asuntos Exteriores para exigirle “información y explicaciones”. «El resto de nuestras acciones dependerá de estas explicaciones y de esta información», continuó en televisión el viceministro Andrzej Szejna. “Esto es normal, porque no es la primera vez que un misil de la Federación Rusa viola el espacio polaco. Esta es la tercera vez, hasta donde sabemos”, añadió.

Para los expertos, esta serie de tiroteos no es, por tanto, una medida de represalia tras el mortal atentado contra una sala de conciertos de Moscú, del que el Kremlin intenta, contra toda evidencia, atribuir parte de la responsabilidad a Ucrania. Las autoridades rusas, por el contrario, pretenden responder con estos ataques en serie a los bombardeos ucranianos en las regiones fronterizas. Kiev dice que estas incursiones y sus propias campañas de tiro son respuestas a los ataques diarios que Rusia ha infligido a los ucranianos desde el comienzo de la guerra.

Al mismo tiempo, Ucrania lanzó ataques contra Sebastopol, capital de Crimea anexada por Rusia desde 2014, y cuartel general de la flota rusa del Mar Negro. Estos últimos, ya considerablemente debilitados por múltiples ataques con misiles y drones aéreos o marítimos, aún habrían sufrido grandes pérdidas. Kiev afirmó así haber dejado fuera de servicio dos barcos. “Las fuerzas armadas ucranianas lograron atacar los buques anfibios Yamal y Azov, así como un centro de comunicaciones y otras infraestructuras”, detalla un comunicado de prensa de las fuerzas armadas ucranianas.

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Estos dos barcos de 112 metros son lanchas de desembarco. Sus pérdidas, que se suman a muchas otras, suponen una humillación para Rusia, que tuvo que abandonar el bloqueo de las costas aún bajo control ucraniano. Según sitios especializados, Ucrania también destruyó el antiguo cuartel general de la flota rusa, que albergaba un centro de comunicaciones por satélite, mientras que la base aérea de Belbek, también cerca de Sebastopol, fue atacada. Sin duda, los ataques se llevaron a cabo con misiles franco-británicos Storm-Shadow y Scalp.

Por su parte, Moscú afirmó el sábado por la tarde haber repelido un ataque «masivo» con misiles ucranianos contra Sebastopol, derribando «más de diez misiles». Los restos de una de las máquinas mataron a un civil de 65 años según las autoridades rusas.