Fue hace cuarenta años: el Stade Lavallois disputó la Copa de Europa, con una contundente clasificación en primera ronda ante el Dinamo de Kiev. Actualmente, está en lo más alto de la Ligue 2. Ciertamente lejos de los esplendores de los años 80, pero con ambiciones crecientes: nombrado presidente del consejo de administración en 2021, el empresario Laurent Lairy ha construido un proyecto basado en cuatro pilares: social, social, ambiental y territorial – original para un club profesional. En las últimas semanas, los temblores registrados en Lyon, Marsella y Sochaux muestran hasta qué punto el negocio del fútbol, ​​considerado con cautela, incluso receloso, por Laurent Lairy, puede provocar excesos.

En el mundo del fútbol, ​​la responsabilidad social parece casi una mala palabra. En Mayenne, cuando el club estaba en la Nacional (el equivalente a la tercera división), el club innovó ofreciendo a jugadores y personal contratos largos – tres años -, casi incongruentes a este nivel. “La estabilización en la Ligue 2 nos exige hacer que la plantilla sea más competitiva”, subraya Laurent Lairy. A los que ya no tienen la garantía de jugar con regularidad se les anima a buscar otro club, pero si su nuevo empleador les paga menos que en Laval, me comprometo a compensar la diferencia. » A título indicativo, el presupuesto del Stade Lavallois esta temporada asciende a 11,5 millones de euros, en línea con la media de la Ligue 2. Lo mismo ocurre con el salario medio, unos 13.000 euros al mes.

Tras unos años de interrupción, el club reabrió un centro de formación. Las promociones se reducen deliberadamente: no se trata de acumular contratos, con permisos de residencia para jóvenes jugadores extranjeros, con el peligro de que se encuentren completamente aislados si no son retenidos. “Impulsamos el apoyo a todos los niveles”, explica el directivo. El fútbol se considera un factor de avance social, pero la competencia es tan dura que hay que buscar salidas. »

Lo social después de lo social: en cada partido, el club Mayenne se esfuerza por acoger a los aficionados contrarios en las mejores condiciones, empezando por un cartel de bienvenida. Un recurso que no es baladí, teniendo en cuenta el clima a veces deletéreo que impera en algunos puestos de Francia.

El aspecto medioambiental contribuye a este mismo deseo de transformación: toda la iluminación del estadio Francis-Le-Basser ha sido reconfigurada para LED, se ha instituido una clasificación selectiva y se ha calculado debidamente la huella de carbono de la “hospitalidad”. En cuanto a la zona de entrenamiento, se han rehabilitado unos 17.000 metros cuadrados, con el uso de césped de raíces profundas. Un estanque de retención de agua se utiliza para abastecer este complejo. En definitiva, el enfoque de la RSE se ilustra en numerosos aspectos.

Este proyecto no sería nada sin el anclaje territorial del Stade Lavallois. Actualmente, cinco empresarios de la región, entre ellos Laurent Lairy, poseen el 70% del capital y el resto está en manos de una red local de 70 socios. Nunca se ha considerado la posibilidad de recurrir a un fondo de inversión extranjero, dada la moda en Francia desde hace varias temporadas. Queda por ver si Laval algún día regresa a la Ligue 1, si este modelo que favorece el anclaje lo más cerca posible de las raíces será viable al más alto nivel.