El mes de julio de 2023 batió en gran medida el récord del mes más cálido jamás registrado en la Tierra, anunció el martes 8 de agosto el servicio europeo Copernicus. Y después de un período fresco en Francia, la segunda quincena de agosto podría traer algunos días calurosos. Las emisiones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas están calentando el clima a un ritmo alarmante. Pero, ¿qué pasa con las consecuencias a largo plazo en nuestro cuerpo? ¿Puede el ascenso sostenido de Mercurio hacer que se transforme profundamente?

Para Laure Ségurel, investigadora en antropología genética del CNRS, los humanos son capaces de adaptarse genéticamente, “pero todavía lleva miles de años”. Y el calentamiento global no espera…

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De hecho, se necesitarían al menos 2000 años para que la selección natural operara un proceso de clasificación que favoreciera a los individuos más aptos para sobrevivir y reproducirse. “Las bacterias y los insectos probablemente se adaptarán mucho más rápido al cambio climático que los humanos. En el espacio de diez años, se suceden varias generaciones de bacterias o insectos, lo que cambia su herencia genética, cuando el hombre no ha hecho ni un tercio de generación”, continúa el investigador.

Sin embargo, ciertos morfotipos -el conjunto de características físicas que definen a un individuo- permiten resistir mejor al calor. “En los países de América del Sur y África, vemos morfologías típicas que son ‘altas y esbeltas’, como entre los Inkas en Perú”, dice Alain Froment, antropólogo y biólogo del Museo de Historia Natural. Esta optimización de la relación entre la masa corporal y el área de superficie corporal es ideal para climas muy cálidos y secos. Por el contrario, en las regiones árticas, la típica morfología “pequeña y robusta” de los inuit limita su pérdida de calor.

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Por lo tanto, podemos predecir que los individuos de origen africano, sudasiático y sudamericano, que han vivido durante miles de años en climas mucho más cálidos que en el norte de Europa, tendrán una mejor capacidad para resistir estas altas temperaturas. “Originalmente, nuestros antepasados ​​tuvieron que adaptarse a un clima más frío, habiendo emigrado de África a Europa. Podemos imaginar que en el futuro ocurrirá el fenómeno contrario”, añade Laure Ségurel. Claramente, si tenemos que experimentar temperaturas cada vez más altas, “lo ideal sería crecer y adelgazar un poco”, según Alain Froment.

Pero para presenciar una evolución genética, todavía sería necesario tener la certeza de que el clima se está calentando durante milenios, lo cual no es seguro. Como señaló recientemente la climatóloga británica Friederike Otto en Le Figaro, si bien existe una necesidad urgente de detener la quema de combustibles fósiles, “estas olas de calor no son prueba de un ‘calentamiento descontrolado’ o un ‘colapso climático’. Esta conclusión la comparte Alain Froment, para quien no podemos estar seguros de que estas olas de calor continúen durante miles de años.

Una cosa es cierta, confiar en la evolución genética para enfriar nuestros cuerpos es una apuesta dada la urgencia del calentamiento global. Las adaptaciones culturales, por lo tanto, parecen ser más relevantes. Si tiene que hacer más calor, por ejemplo, es fundamental intensificar la lucha contra la obesidad.

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