Le Figaro Nantes

El 5 de agosto de 2021, un avión de pasajeros ocupado por cuatro miembros de una familia residente en Rezé (Loire-Atlantique), ciudad fronteriza con Nantes, se estrelló en Saboya cerca de la cima del Col du Glandon. Ambos padres y su hijo de 19 años habían muerto. Solo su hija, que entonces tenía 18 años, sobrevivió al accidente. Gravemente quemada, había sido rescatada de las llamas gracias a la valiente intervención de un ciclista que se encontraba cerca del lugar del accidente.

Casi dos años después de la tragedia, la Oficina de Investigación y Análisis de Seguridad de la Aviación Civil (BEA) acaba de publicar su informe. Basado en testimonios, datos meteorológicos y técnicos del transcurso del vuelo, evoca errores por parte del piloto. Según información recabada por la BEA, este hombre de 51 años “sumaba aproximadamente 230 horas de vuelo” y “no era considerado un piloto de riesgo” según integrantes del aeroclub donde estaba registrado. Por otro lado, “muy probablemente no tenía experiencia en vuelos de montaña”.

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El piloto habría cometido un error de trayectoria tras haber «seguido una ruta […] que no parece adecuada al destino previsto». La investigación no permitió “establecer las razones” de este cambio y si el seguimiento de esta ruta “fue intencional o no”. Fue al entrar en el valle que conduce al Col du Glandon cuando la trayectoria de la aeronave resultó ser mala. “Esta trayectoria directa, dadas las prestaciones de la aeronave y la altura de entrada al valle, no dejaba tiempo suficiente para ganar la altura necesaria para cruzar el paso”, escribe la BEA. Así, a pesar de la altura tomada, la aeronave “se acercó gradualmente al suelo ya las laderas del valle”.

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Otro punto que plantea la BEA: la dificultad que tiene el piloto para salir de esta mala situación por la ruta seguida. “Evolucionando en el centro del valle, el piloto solo tenía la mitad del espacio disponible para hacer un giro en U”, se indica. “A medida que disminuía la altura, se hacía cada vez más difícil para un piloto no entrenado para volar en zonas montañosas maniobrar en ausencia de un horizonte natural que marcaba el relieve”, prosigue el informe.

En sus “factores contribuyentes” al accidente, la BEA también señala que la aplicación de navegación que utilizaba habitualmente el piloto hacía “difícil” representar la topografía del lugar. En consecuencia, a la vista de estos diversos elementos, la organización menciona que el piloto del avión prosiguió su ruta “mientras continuaba acercándose al suelo”. Fue después de «unos cinco minutos después de ingresar al valle» que el avión golpeó «obstáculos», a saber, árboles. Luego, la aeronave se incendió antes de estrellarse contra el suelo. “No se ha identificado ningún fallo técnico que pudiera haber contribuido al accidente”, especifica la BEA.