“Estamos a punto de rompernos”, advierte inmediatamente Jacques Doury, director de varios establecimientos médico-sociales que acogen a personas con discapacidad en el Val d’Oise. La razón ? Insuficiente inversión por parte del Estado y falta de personal médico y educativo en el sector médico-social. Esto incluye todas las profesiones cuya vocación es acoger y apoyar a personas con discapacidad, como educadores especializados, monitores de taller, enfermeras o cuidadores.
El miércoles, la Ministra Delegada para las Personas con Discapacidad, Geneviève Darrieussecq, anunció la liberación de 2.000 millones de euros destinados a la implementación del plan “50.000 soluciones”. Este proyecto incluye tanto la creación de plazas dentro de estructuras de acogida especializadas como el despliegue de nuevos apoyos domiciliarios.
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Sin embargo, esta nueva apuesta del gobierno no calma el enfado del sector médico-social que crece desde hace varios años. “Antes de crear nuevos dispositivos, primero sería necesario asignar todas las vacantes actuales”, critica Jacques Doury, también representante del sindicato CFTC. A la fecha, “están por cubrir 50.000 puestos” y “se esperan 150.000 jubilaciones para 2025 dentro de los 35.000 establecimientos y servicios del sector”, indica Alain Raoul, presidente de Nexem, la principal organización profesional privada que representa a los empresarios del sector.
¿Por qué tantos puestos vacantes? Para todos los actores del sector cuestionados, se cuestiona la falta de atractivo de las profesiones médico-sociales. Por ejemplo, quince puestos han quedado vacantes en los establecimientos especializados dirigidos por Jacques Doury en el Val d’Oise desde la crisis del Covid-19. “Hace un año, cuando publicamos una oferta de trabajo, no recibimos ningún CV. Hoy recibimos uno o dos, pero muchas veces son personas que no corresponden al perfil”, testimonia el director. La misma historia del lado de Rouen, donde el 5% de los puestos no se cubren en las estructuras dirigidas por Emmanuel Afonso, director general de la asociación Papillons Blancs 76 que agrupa a una docena de establecimientos. “Nadie está aplicando”, lamenta.
Los salarios, bajos, no ayudan. Un profesional del sector médico-social que “trabaja en un internado, incluso los domingos, gana de media al inicio de su carrera entre 1600 y 1700 netos al mes”, explica Jacques Doury. Para una persona que no trabaja los domingos, su salario es más bien “alrededor de 1500 netos al mes”. En 2021, el Ségur de la santé preveía un aumento salarial para estos profesionales por valor de 183 euros netos al mes. Sin embargo, “un tercio de los profesionales no podría beneficiarse de ello”, asegura Alain Raoul. El gobierno no incluyó a personas en puestos gerenciales y aquellos que brindan logística y mantenimiento”.
De manera más general, el personal médico-social deplora la falta de “reconocimiento de la profesión a los ojos del Estado”. “Estamos cansados de esperar las respuestas de la agencia regional de salud”, confiesa Angélique Dubuc, jefa de servicio de un Instituto médico-pedagógico (IMP), un centro de acogida para niños y adolescentes con discapacidad intelectual, en Canteleu, al oeste de Ruan.
Este cansancio lo sienten una gran mayoría de profesionales, sobrecargados de trabajo. “El problema de la falta de personal utiliza personal que trabaja el doble, señala Jacques Doury. Noto mucho agotamiento y, para algunos, burnouts. “Nos dicen que hay necesidades de apoyo pero cada vez tenemos menos gente para trabajar”, protesta.
La falta de personal inevitablemente tiene consecuencias directas en la calidad de la atención que se brinda a las personas con discapacidad. “Estamos más en una operación de trabajo en pequeños grupos, perdemos las relaciones individuales, que son esenciales”, explica Jacques Doury.
“Estamos cerca del maltratador institucional”, se alarma. “Esta mañana de nuevo me encontré con una persona en plumífero en los pasillos del establecimiento cuando ya hacía mucho calor. Y nadie la vio. Con el personal sobrecargado de trabajo, no pudieron encontrar el tiempo para instruir a los residentes sobre cómo vestirse con el aumento de las temperaturas. No somos inmunes a los desastres”, advierte. Las olas de calor que se avecinan para este verano no hacen más que aumentar el riesgo, añade.
“No todos los niños pueden ser atendidos para su rehabilitación”, testifica a su lado Angélique Dubuc. “Tenemos niños de 12 años en nuestro IMP que inicialmente está reservado para niños de 3 a 6 años”, por falta de personal y de plazas, denuncia. “Entiendo que estas condiciones de trabajo empujen a algunos a renunciar”.
Ante una situación cada vez más alarmante, los distintos actores del sector piden “acciones concretas”. Alain Raoul estima en “3 a 3.500 millones de euros” la cantidad necesaria para cubrir las necesidades, en particular la contratación. “Pedimos un verdadero plan Marshall, una reforma global del sector que suponga un aumento de los salarios medios, de las condiciones laborales y de la gobernanza”, aboga.
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Para Jacques Doury, es hora de actuar, antes de que estalle un posible escándalo. “Después de la publicación del libro Les Fossoyeurs que revela el sistema de maltrato a los ancianos en las residencias de ancianos y las diversas denuncias de maltrato en las guarderías, seremos los siguientes”, profetiza.