Uno de cada cinco estadounidenses dice que un miembro de su familia ha muerto con un arma, incluido el suicidio, según un estudio publicado el martes. El mismo número afirma haber sido amenazado directamente con un arma.
Estados Unidos paga un precio muy alto por la proliferación de armas de fuego en su territorio y la facilidad con la que los estadounidenses tienen acceso a ellas.
Según esta encuesta, realizada por Kaiser Family Foundation, esta violencia afecta de manera desproporcionada a las personas negras e hispanas. Se llevó a cabo con una muestra representativa de 1.271 estadounidenses de 18 años o más.
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A medida que continúa la letanía mortal de asesinatos con armas de fuego en los Estados Unidos, más y más estadounidenses son testigos de la prevalencia de estos eventos violentos en sus vidas. Durante una conferencia de prensa el lunes, el gobernador de Kentucky, Andy Beshear, por ejemplo, dijo que una de las víctimas asesinadas momentos antes por un pistolero en Louisville era uno de sus «amigos más cercanos».
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha prometido en reiteradas ocasiones actuar contra este flagelo que los sucesivos gobiernos no han podido atajar, pero su margen de maniobra se ve limitado por una fortísima parálisis en el Congreso.