La Pasión de Cristo celebrada hasta el derramamiento de sangre. Cientos de filipinos celebraron el Viernes Santo el 7 de abril azotándose hasta sangrar, llegando algunos incluso a clavarse en una cruz, una tradición que había sido suspendida durante tres años debido a la crisis sanitaria. El viernes anterior al Domingo de Pascua (Viernes Santo) es el día de la crucifixión de Jesucristo según la religión católica, que es mayoritaria en Filipinas.

En un puñado de pueblos del área metropolitana de San Fernando, al norte de Manila, es costumbre que el día esté marcado por sangrientos actos de contrición. Desautorizada por la Iglesia Católica, la práctica atrajo, sin embargo, a unas 15.000 personas curiosas este año, después de una pausa de tres años. En las localidades de San Juan y San Pedro, cientos de hombres con el torso desnudo deambulaban por las calles azotándose y salpicando de sangre a los transeúntes, constató un equipo de la AFP.

“Solo reza, así no sientes el dolor”, aseguró uno de estos penitentes, Daren Pascual, de 31 años, al decir que sigue este ritual por el bien de su familia. Para un puñado de voluntarios, la ceremonia llegó hasta una cruz, realizada por practicantes disfrazados de soldados romanos.

Entre los crucificados en San Juan, Wilfredo Salvador, de 66 años, permaneció varios minutos clavado en la cruz de manos y pies. Antes de que se le permita regresar a casa después de un breve examen médico. Casi una rutina para este ex pescador, que explica que empezó a ser crucificado hace quince años a raíz de una crisis nerviosa. “Lo hago por elección. Él (Dios) me da la fuerza física necesaria”, asegura, considerando que esta práctica le ha dado “una segunda vida”.

En la vecina localidad de San Pedro, Rubén Enaje, de 62 años, cuenta por su parte más de treinta crucifixiones. “Me siento bien, ya no tengo preocupaciones ni miedos”, confió, con las manos y los pies vendados, tras ser desclavado. «Es único en el mundo», apunta Milan Dostal, un turista checo de 43 años que acudió a ver el espectáculo, y manifestó su «respeto» por esta práctica. Establecida durante décadas, la tradición sigue viva a pesar de las críticas.

Las autoridades sanitarias advierten regularmente contra el riesgo de infección, especialmente el tétanos. La Iglesia Católica, por su parte, considera inapropiado este ritual. El padre Jerome Secillano, secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal de Filipinas, subrayó así que la crucifixión de Cristo “fue más que suficiente para lavar a la humanidad del pecado”, y no necesitaba ser imitada. “¡Si quieres que te perdonen los pecados, ve a confesarte!”, martilleó.