PARTES SUPERIORES
Que era mejor para Francia ver a Rasmus Lauge Schmidt sentado en el banquillo durante todo el primer tiempo. Y que fue doloroso verlo salir de ella en la segunda mitad. En 26 minutos por momentos irreales, el zaguero que milita en el club húngaro Veszprem logró marcar 10 goles (de 11 intentos). Sin olvidar una asistencia y una intercepción. Lo que significa que simplemente estuvo involucrado en el 75% de los goles de su equipo en la segunda mitad. Arte grandioso.
A lo largo de la competición, el equipo francés tuvo que lidiar con lesiones, momentos débiles durante sus partidos, retrasos de algunos goles también… Pero nunca se rindió. Como en esta final. Cuando Dinamarca tomó una ventaja de cinco puntos después de un cuarto de hora de juego, los Blues supieron alcanzarlos con paciencia para llegar a su vestuario solo una unidad por detrás (15-16). Y al final del partido, lograron hacer dudar por última vez a los escandinavos al volver al 29-31 a tres minutos del final. Sin que eso sea suficiente.
Si Dinamarca hizo historia en el balonmano este domingo al ser el primer equipo en ganar tres títulos mundiales consecutivos, algo que ni siquiera los gloriosos expertos franceses habían logrado, no es coincidencia. Sino al fenomenal talento de sus jugadores. Así, el primer cuarto de hora de esta final quedará como una obra maestra absoluta de lo que Mathias Gidsel y sus pequeños camaradas son capaces de conseguir. Sin embargo, conocida por su lado hermético, la defensa francesa tomó agua de todos lados para conceder 12 goles en 15 minutos. Incluyendo cinco de un Simon Pytlick demoníaco, menos prominente a partir de entonces.
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FRACASOS
Esta vez, no había uno para alcanzar al otro. Excelente en la mayoría de los partidos jugados durante esta Copa del Mundo, Vincent Gérard había pasado solo una vez hasta ahora, en cuartos de final contra Alemania. Momento idealmente elegido por Rémi Desbonnet para salir de su caja. Por desgracia, en esta final, uno y otro fueron impotentes con solo 7 paradas en total y para todos. O uno menos que el único Niklas Landin. Ahora, es difícil abrumarlos dada su competencia…
A sus 34 años, Mikkel Hansen sigue siendo un jugador formidable, pero que empieza a sentir el peso de los años. Como tantos antes que él. En esta final, aunque titular, nunca se habrá posado en el juego escandinavo, conformándose con un pequeño gol en un lanzamiento de siete metros y dos asistencias, por pérdida de balón. Cruel para él fue el segundo tiempo de Lauge, que habrá aportado mucho más a su equipo.