Para votar, a veces hay que caminar durante días. En Bután, el ejercicio democrático es de primer orden para los aproximadamente 800.000 habitantes de este pequeño reino sin salida al mar entre China y la India. La tradición budista del país exige calma y serenidad, incluso durante las campañas electorales. “Aquí no se dice que las cosas sean demasiado fuertes”, confía Jean-Joseph Boillot, investigador asociado de IRIS y autor del libro Utopías hechas en el mundo (Odile Jacob, 2021).
Sin embargo, en las últimas semanas ha surgido un tema durante la campaña electoral legislativa: la recuperación económica. La filosofía nacional de la felicidad, que ha inspirado las políticas públicas durante más de 50 años, se está viendo socavada por las dificultades que enfrenta Bután. Con la caída de los ingresos del turismo y el débil crecimiento, la pobreza y el desempleo juvenil están aumentando en la “tierra de la felicidad”. El próximo gobierno tiene la ambición de devolver las sonrisas, incluso si eso significa reformar un modelo económico que ha llegado a sus límites.
Al final de la votación, cuya segunda vuelta se celebró el 10 de enero, los butaneses heredan un nuevo primer ministro. Se trata del regreso al poder de un “político experimentado”, en palabras de la etnóloga especializada en el país Françoise Pommaret. A sus 58 años, Tshering Tobgay vuelve a ser primer ministro, cargo que ya ocupó entre 2013 y 2018. Su partido, el Partido Democrático Popular (PDP), obtuvo más de dos tercios de los escaños del Parlamento. El Partido Bután Tendrel (BTP) ganó el resto.
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Es raro subrayar esto, “son elecciones democráticas en las que los partidos políticos se alternan en el poder”, insiste el investigador francés que trabaja allí desde hace muchos años. Pero Bután es especialmente famoso por una característica única: ser el único país del mundo que no utiliza el PIB para medir el peso de su economía, sino el FNB para la “felicidad nacional bruta” (FNB).
Diseñado en 1972 por el rey Jigme Singye Wangchuck y luego incluido en la Constitución de 2008, este índice se basa en el grado de satisfacción ciudadana como indicador de desarrollo. Pero Françoise Pommaret advierte: la realidad es totalmente diferente de la visión fantasiosa de los “butaneses felices y dichosos que meditan todo el día”. En realidad, la FNB se basa en cuatro pilares: buena gobernanza, preservación del medio ambiente, respeto por la cultura y desarrollo sostenible. La articulación armoniosa de estas variables contribuye a la felicidad “bruta” de los ciudadanos butaneses. Pero a pesar de todas sus buenas intenciones, este modelo está hoy en crisis.
Bután ha sufrido todo el peso de las consecuencias económicas de la pandemia de Covid-19, que ha paralizado por completo el turismo, principal proveedor de capital del reino del Himalaya. Desde 2020, el país ha atravesado una serie de dificultades: una flagrante falta de infraestructuras, una pobreza persistente y un desempleo que afecta a casi el 30% de los jóvenes. Muchos de ellos abandonan el país en busca de oportunidades económicas en Australia, Japón o Canadá.
Para Jean-Joseph Boillot, existe un “efecto tijera” entre la desaceleración de la economía, cuyo crecimiento se ha estancado en torno al 1,6% desde hace cinco años, y la insatisfacción de los jóvenes butaneses que luchan por encontrar un empleo. Ahora «una parte de la población quiere ceder a las sirenas del productivismo», observa el economista, para quien el tema de la reforma de la FNB se ha convertido en «un verdadero tema de debate».
Todavía es demasiado pronto para predecir la acción del gobierno de Tshering Tobgay, que prometió «montañas y maravillas» durante su campaña, considera Françoise Pommaret. «Seguramente habrá avances que incentivarán la creación de determinadas industrias», continúa, «pero el Gobierno, al igual que los ciudadanos, no quiere fábricas contaminantes», como la zona económica especial prevista en la frontera sur con la India.
La ecología sigue estando en el centro de la estrategia de “Felicidad Nacional Bruta” en uno de los únicos países del mundo que tiene una huella de carbono negativa, es decir, su capacidad de absorber gases de efecto invernadero es mayor que su propensión a emitirlos. El bosque, que cubre el 70% del territorio del Himalaya, está protegido por una política de tala muy estricta, así como por parques nacionales. “Hay que tener en cuenta el entorno exuberante y diverso de Bután. ¡Pasamos de un bioma de alta montaña en la cordillera del Himalaya a bosques tropicales! » se maravilla la señora Pommaret, también autora de una guía cultural del país (ed. Olizane, 2018). No se trata de volver a este pilar clave de BNB.
En lugar de recortar el bosque, debemos adaptarnos. En cualquier caso, está en el centro del proyecto “ciudad mindfulness”. Esta ciudad pensada y diseñada por el popular rey Jigme Khesar Wangchuck, hijo del creador del BNB, combina desarrollo económico, imperativos ecológicos y tradición espiritual butanesa. Numerosos parques y bosques bordearán los lugares de culto y los distintos distritos comerciales o residenciales previstos en este proyecto real situado en el sur del país, no lejos de Gelephu, en la frontera con la India Assam.
Esta ubicación no debe nada al azar. Bután se acerca a la India, a la que el país montañoso ya exporta más del 70% de la energía producida por sus represas hidroeléctricas. Para gran consternación de China, que desea integrar el reino en sus nuevas Rutas de la Seda, queridas por el presidente Xi Jinping. “A estos dos grandes vecinos que compiten por los favores de Bután no les importa el enfoque en términos de felicidad”, analiza Jean-Joseph Boillot.
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Pero el sistema económico de los dos gigantes geopolíticos no envidia tanto a la población butanesa. Considerando las desigualdades generadas por el excesivo productivismo en ambos lados del territorio sin litoral, estos modelos dan la imagen de un PIB reducido a “Pudrición Interna Bruta”, en palabras del economista.
El enfoque de la Felicidad Nacional Bruta no pretende ser un ejemplo a imitar. Para Françoise Pommaret, “las condiciones históricas o económicas de otro país no podrían duplicar este tipo de política. » El caso de Bután, en cambio, nos invita a “cuestionarse”, prosigue el especialista, en un momento en el que la búsqueda de crecimiento choca con la emergencia climática. Meditar.