Me gusta mucho Véronique Ovaldé, a quien leo desde sus inicios. Me enamoré a primera vista de la primera novela, Ce que je sais de Vera Candida (2009). Su escritura vivaz, sus personajes femeninos fuertes, su pensamiento sobre la familia… Esta autora, a la que tuve el placer de entrevistar en 2016, lo tenía todo para complacerme.

Sin embargo, la magia no ocurrió al leer esta colección de ocho cuentos publicados recientemente en Quebec. Todas estas historias tienen un vínculo entre ellas, un hilo que las atraviesa: el personaje principal de una historia se convierte en el personaje secundario de la siguiente.

En mi cuento favorito, “El hombre del futuro y la chica del alambre de púas”, descubrimos a Rachel, una mujer que imaginamos que tendrá poco más de sesenta años. Recién viuda, de repente se encuentra en una situación peligrosa que tendrá un desenlace hilarante. Rachel es, con diferencia, el personaje más encarnado de la colección y esta historia corta está perfectamente dominada. La otra noticia no tiene tanto éxito. Los personajes son unidimensionales y nunca logramos preocuparnos por lo que les sucede. En cuanto a la narradora que enlaza las historias, la encontré bastante aburrida. ¿Dónde está la fantasía de Ovaldé? La escritura es fina y elegante, pero carece del ritmo, de la energía contagiosa que cautivaría al lector.

Dicho esto, Ovaldé ganó el Goncourt de cuentos con esta colección, lo que significa que la apreciación de un libro sigue siendo muy personal.