Le Figaro Niza
El sol se pone detrás de la iglesia de Vœu en Niza. El patio delantero frente a las escaleras cae a la sombra y la temperatura, en esta tarde de verano, vuelve a bajar. Son las 8:30 p. m. Frente al edificio se reúnen una treintena de migrantes. Sentados en las escaleras, en un banco de la plaza, o ya instalados en una tienda de campaña, comen tras el paso de una furgoneta del Secours Populaire. Al caer la noche, volverán a dormirse bajo el escaparate de la parroquia del Vœu, situada cerca de la “Coulée verte”, en el centro de la ciudad de la capital de la Costa Azul.
Esta situación se presenta desde 2016. En invierno, estos individuos se refugian antes, alrededor de las 18:00 horas, en los alrededores de la iglesia. En verano, en esta última época, la parroquia cerraba sus puertas. La situación ha persistido durante casi siete años. Solo varía el número y los grupos de inmigrantes, dependiendo de la afluencia en la frontera italiana. Pero este año, el ayuntamiento de Niza, propietario del edificio, decidió retomar el tema. En junio, el primer diputado encargado de Seguridad, Anthony Borré, anunció su intención de expulsarlos. El 27 del mismo mes, el municipio presentó una solicitud ante el juez de sala del tribunal administrativo de Niza para solicitar “el desalojo sin demora de todos los ocupantes ilegales”. La decisión se tomará el 10 de julio después de una audiencia.
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Un alguacil vino a ver la situación de estos migrantes. Las tiendas de campaña, las maletas, la ropa y las bicicletas se almacenan frente a la iglesia o cerca de ella. “Los lugares no cuentan con las condiciones sanitarias necesarias para albergar a estas personas”, subraya además los servicios del Ayuntamiento. Y añade que “tal ocupación provoca diversas perturbaciones en el orden público”. Durante el día, estos individuos deambulan por la Promenade du Paillon, al otro lado de la calle. Antes de volver por la tarde a los alrededores de la parroquia para pasar allí la noche en instalaciones improvisadas.
Estos inmigrantes provienen de Senegal (de fe musulmana) y de Costa de Marfil (cristianos), precisa el padre Frédéric Sangès, responsable de la parroquia de Vœu desde hace tres años y que los encuentra todos los días. Detalla en Le Figaro su posición, en relación con la diócesis de Niza: “La Iglesia sigue siendo una asociación, y en sus estatutos tiene el derecho de ejercer y promover un culto, recuerda. Pero a ella no se le permite hacer caridad excepto en una emergencia. Ahí el problema es que esa situación de emergencia se ha vuelto perenne”, explica. Por otro lado, refuta el hecho de querer expulsarlos. “No es la petición del cura, insiste. Son seres humanos que hay que cuidar”.
Frédéric Sangès denuncia así las condiciones en las que estos individuos duermen “a la espera de documentos que nunca tendrán”, lamenta. Según él, estos migrantes viven “entre ratas” atraídas por la comida y no disponen de medios sanitarios. “En las conversaciones con el ayuntamiento, indico que esto no es sostenible y que hay que encontrar una mejor solución”, continúa el sacerdote. Los residentes locales también se quejaron de los excrementos.
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El deseo del municipio de tener presentes a todos los inmigrantes ilegales frente a esta iglesia en el centro de la ciudad indignó a David Nakache, presidente de la asociación Tous Citoyens!. En una nota de prensa publicada en junio, denuncia “un alcalde y su mayoría que prefieren localizar a las personas vulnerables que están exiliadas” que “aumentar las capacidades de acogida en los centros de acogida”. Hace un llamado “al Estado para que asuma sus obligaciones legales y acoja a los solicitantes de asilo”. Según Philippe Jansen, jefe de la comunidad de Sant’Egidio y quien les proporciona comida por la mañana, solo cinco personas son deportables y las demás están esperando su solicitud de asilo. “Si echan a todos, se irán a dormir a otro lado… o volverán”, reflexionó.
¿Problema irresoluble? El municipio podría considerar la instalación de puertas frente a la iglesia para evitar aglomeraciones, pero Frédéric Sangès se niega categóricamente a hacerlo. Esta tarde de nuevo en Niza, el sol se pone y los inmigrantes vendrán a pasar la noche frente a la iglesia de Vœu. Esperando la llegada, quizás algún día, de la policía para desalojarlos.