(Buenos Aires) En una Argentina en recesión, con actividad anémica, un negocio florece: la venta del reloj del abuelo o del anillo de bodas de la bisabuela. Una liquidación de las joyas familiares cada vez más necesaria para llegar a fin de mes.
“Cuando las deudas te ahogan, el afecto se deja de lado”, asegura Mariana, en una casa de empeño del barrio comercial de Once, que no quiere mencionar la cantidad recibida a cambio de su reloj, regalo de su abuelo-padre. su padre para su graduación.
Mariana, que no quiere dar su nombre, confiesa a la AFP que a sus 63 años su jubilación como empleada de la administración judicial ya no le alcanza para cubrir sus gastos, en un contexto de inflación del 72% desde principios de año y del 276% desde principios de año. más de doce meses.
El dinero del reloj, explica, se utilizará para pagar “gastos corrientes y varios atrasos de la mutua de salud”.
Al mediodía, en un cruce de Once, el contraste es marcado: una zapatería está vacía, mientras que las salas de espera de las tiendas de joyería están llenas. “Compramos oro”, dicen sus carteles, en grandes letras doradas.
En “El Tasador”, uno de los más conocidos, una decena de clientes esperan en un salón vagamente Art Déco.
Si la evaluación es concluyente, se marcharán «en el acto» con el valor de sus joyas en efectivo, promete la tienda, que en 50 años de actividad se enorgullece de garantizar «privacidad y seguridad» a sus clientes. , cada vez más numerosos.
Actualmente, El Tasador realiza alrededor de 300 transacciones diarias, el triple que el año pasado.
“Recientemente ha habido mucha gente, creo que por lo que está pasando el país. Personas que tenían piezas que quizás no tenían pensado vender, pero que deciden hacerlo, porque ya no les alcanza para llegar a fin de mes”, Natalia, una de las cuatro expertas de la tienda, que no da su nombre “por seguridad”. razones».
“Aumentamos aforos y horarios, porque la gente se aglomeraba y no podíamos seguir el ritmo”, añade.
Esta tendencia se ve impulsada por programas de televisión o vídeos en YouTube, con nombres evocadores –“El valor de tus sueños”– a medio camino entre los reality shows y los clips promocionales.
Pero, más que nada, es el derretimiento del poder adquisitivo, estrangulado por una inflación crónica y una brutal devaluación del peso en diciembre, lo que ha empujado a algunos argentinos en los últimos meses a vaciar sus ahorros escondidos «debajo del colchón», según una expresión popular. . Y ahora, a liquidar sus joyas.
“La situación es complicada, la vida en Argentina es carísima”, se queja Daniel, un contador desempleado de 56 años, que recorre las tiendas más modestas para vender un pequeño llavero de plata. Le horroriza que le ofrezcan poco más que un billete de metro (0,88 dólares).
El pico de las reventas, “es el final del mes, el momento de la facturación”, señala Carlos, gerente de una joyería, también bajo condición de anonimato.
“El clásico es el anillo de bodas, pero también traen joyas victorianas, de la Belle Époque, provenientes de abuelos o tatarabuelos, piezas únicas”, apunta Natalia.
A pesar de la pobreza que oficialmente afecta al 42% de la población, no es raro en Argentina que hogares modestos posean joyas de oro.
“En los años 70, cada vez más personas tenían acceso al oro, cualquiera podía llevar un anillo, los hombres recibían gemelos o alfileres de corbata de oro, las niñas recibían un reloj de oro para sus 15 años”, recuerda el evaluador.
Desde hace mucho tiempo que ya no usamos estas joyas en la calle, por motivos de seguridad. Por otro lado, venden.
“El oro siempre se ha vendido”, reflexiona Natalia. Lo que ha cambiado es el “por qué”. Avant c’était pour financer un projet, une rénovation, une voiture, une fête… Aujourd’hui, c’est parce que “je n’arrive pas à boucler les mois”, “les factures ont augmenté” ou “je me retrouve sin trabajo» «.