El primero es afroamericano y se hizo famoso gracias al hip-hop. El segundo es anglocaribeño y es un respetado músico de jazz. Técnicamente no tienen mucho en común.
Y todavía. Ambos acaban de lanzar álbumes centrados en la flauta de bambú y actuarán, por separado, durante este 44º Festival Internacional de Jazz de Montreal (FIJM).
Ex miembro del tándem de hip-hop Outkast, André 3000 (en concierto el 30 de junio en Wilfrid-Pelletier) sorprendió al lanzar el año pasado un álbum ambiental de flauta solista titulado New Blue Sun. El rapero explicó este audaz gesto por el hecho de que no tenía “nada más que decir” y sentía la necesidad de renovarse. A pesar de su vertiente nada comercial, esta producción despertó un interés mediático desproporcionado, dada la relativa modestia del proyecto.
También hubo una sorpresa de Shabaka Hutchings (dos conciertos el 6 de julio en Gesù), a quien los aficionados al jazz conocían del cuarteto británico Sons of Kemet. El saxofonista era conocido por sus apasionantes solos, en un contexto que a veces rayaba en la libertad. Esta primavera, confundió a muchos con el lanzamiento de un álbum con flauta altísima, sobre un lecho de arpas celestiales, el hermosísimo Perceive Its Beauty, Acknowledge Its Grace.
No llegaremos a hablar de movimiento, y menos aún de marejada. Por el momento, estos dos proyectos no parecen haber hecho muchos discípulos. Pero el hecho de que dos músicos, respetados en sus respectivos nichos, lancen álbumes de flauta con una tendencia atmosférica-new-age, con un cierto barniz espiritual, más o menos al mismo tiempo, sólo puede despertar la curiosidad, sobre todo si esto provoca una pausa en su recorrido artístico.
En cualquier caso, no estamos hablando de una coincidencia. Para Maurin Auxéméry, programador jefe del FIJM, estos dos álbumes serían ni más ni menos una reacción a nuestros tiempos locos, locos, en los que estamos constantemente bombardeados con estímulos e información.
El programador piensa que estos dos proyectos “responden a una necesidad de respirar”, ligada por un lado al deseo de reinvención de estos dos artistas, y por otro, a los tiempos que vivimos. Una época asfixiante, agravada también por la crisis de la COVID o el “I can’t respira” de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter, al que quizás se refieren los dos artistas, conscientemente o no.
¿Signo de los tiempos? Una de las piezas de Shabaka se llama Gestionando mi respiración, en qué se había convertido el miedo, que podría traducirse como: Gestiona mi respiración, en qué se había convertido el miedo…
Que estos dos músicos hayan puesto su mirada en las flautas folklóricas tampoco es insignificante.
Podrían haber recurrido a la flauta travesera, un instrumento más común en el jazz (y ampliamente sampleado en el hip-hop) popularizado especialmente por Herbie Mann, Eric Dolphy o Roland Kirk, que también influiría en el flautista del grupo Jethro Tull, Ian Anderson.
Pero Shabaka y André 3000 optaron instintivamente por instrumentos de madera o bambú, más cercanos a la música tradicional llamada “étnica” que al groove del acid jazz. Para Jacques Denis, experto musical del periódico Libération y colaborador del excelente sitio Pan African Music, esta elección artística se explica por la necesidad de la ecología, de un regreso a la tierra o incluso de una búsqueda de raíces en una perspectiva de renovación.
“La cuestión del pasado para proyectarse hacia el futuro no es nueva en la música”, explica Jacques Denis. Roscoe Mitchell, del Art Ensemble de Chicago, habló de “lo antiguo hacia el futuro”… Siempre ha existido esta preocupación por inventariar las grandes prácticas del pasado para hacer algo más con ellas. Es cíclico. »
Entiende que nuestros dos amigos no son los primeros, ni mucho menos, en dar este paso.
«Hay muchos músicos de muchas tradiciones que lo han estado haciendo durante mucho tiempo», añade Denis. Hay que poner en perspectiva esta noción de flauta de bambú, nada rudimentaria, que se toca tanto entre los fulani del África subsahariana como en Japón, la India, las Indias Occidentales o el nordeste brasileño. »
Queda por ver cómo será sobre el escenario, en particular en el caso de André 3000, que actuará cómodamente en la Salle Wilfrid-Pelletier.
Una elección audaz, que Maurin Auxéméry asume perfectamente. “Creo que atraerá a los curiosos, a los fans de Outkast, sí, pero también a un público muy ecléctico. Existen vínculos entre el jazz y el hip-hop. Creo que la gente es muy consciente de lo que va a ver…”