Un nuevo número de muertos. Al menos 89 personas han muerto en los incendios que han asolado la isla de Maui, Hawái, un alto número de víctimas que le ha valido a las autoridades una lluvia de críticas por su manejo de uno de los peores desastres naturales de la historia reciente del archipiélago estadounidense. El gobernador del estado, John Green, advirtió el sábado 12 de agosto que este número podría empeorar aún más. “Hemos contado 89 muertes”, dijo John Green. “Seguirá subiendo. Queremos que la gente esté preparada para esto”.

Los residentes, aún en estado de shock, apenas comienzan a ver la magnitud de los daños en Lahaina, reducidos casi a la nada por la fuerza del incendio. “¡Tomó todo, todo! Me parte el corazón”, lamenta Anthony García, de 80 años, que se había instalado en la ciudad hace unos treinta años. Alrededor, los sobrevivientes revuelven las cenizas con la esperanza de encontrar fotos u objetos.

De los comercios, hoteles, edificios y restaurantes que hacían el encanto de esta villa marinera de 13.000 habitantes, ya no queda casi nada. Un majestuoso árbol de higuera de Bengala, una atracción turística, fue lamido por las llamas, pero parece haber sobrevivido. Se encuentra, ahora solitario, entre las ruinas.

Durante esta pesadilla, los lugareños solo podían contar con la «red coco» -el boca a boca-, denuncia a la AFP un vecino, William Harry. En este paisaje de desolación, los vecinos buscan comprender cómo el drama pudo adquirir tales proporciones. La justicia también: se ha abierto una investigación sobre la gestión de la crisis por parte de las autoridades.

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Maui sufrió numerosos cortes de energía durante la crisis y el número de emergencia 911 dejó de funcionar en partes de la isla, mientras que las sirenas de alarma contra incendios no se activaron. Las alertas, generalmente transmitidas por teléfono, no se pudieron recibir porque «no había red» y «claramente, no brindamos soluciones de respaldo para garantizar la seguridad de los habitantes», admitió el sábado Jill Tokuda, electa demócrata de Hawai, en el canal CNN.

“Subestimamos la peligrosidad y la velocidad del fuego”, lamentó. «Tenemos que mejorar». Con al menos 89 muertos, el balance de estos incendios supera al del tsunami de 1960, que acabó con la vida de 61 personas en la isla de Hawái. Y probablemente el archipiélago no ha terminado de contar sus muertos. Equipos de búsqueda y rescate, acompañados de perros, llegaron a Maui para buscar posibles cuerpos, según el condado.

Unas 2.207 edificaciones, en su mayoría residenciales, quedaron destruidas o dañadas, según la agencia federal encargada de atender desastres naturales (Fema). Solo para el incendio de Lahaina, el costo de la reconstrucción se estima en $ 5.52 mil millones. El incendio fue “increíblemente devastador”, según Jeremy Greenberg, funcionario de Fema entrevistado en MSNBC. “Este tipo de incendios pueden extenderse una distancia equivalente a un campo de fútbol americano en 20 segundos o menos”.

Los bomberos tuvieron que luchar contra múltiples incendios simultáneos alimentados por fuertes vientos, a su vez alimentados por la fuerza del huracán Dora. Ante la velocidad de avance de las llamas, los supervivientes de Lahaina tuvieron que huir sin mirar atrás, a veces incluso tirándose al océano para escapar.

Este desastre llega en medio de un verano marcado por una serie de fenómenos meteorológicos extremos en todo el planeta, incluida una intensa ola de calor en el sur de Estados Unidos, fenómenos vinculados al calentamiento global según los expertos. Se han propagado con mayor facilidad ya que Maui ha tenido menos lluvia este año de lo habitual. La parte occidental de la isla, donde se encuentra Lahaina, está experimentando una sequía «grave» a «moderada», según el Monitor de sequía de EE. UU.