Los eurodiputados han dado luz verde a una disposición delicada del proyecto de ley de justicia de Eric Dupond-Moretti: la posibilidad de activar de forma remota teléfonos móviles para escuchar y filmar a las personas objeto de determinadas investigaciones sin su conocimiento.

¿»Pendiente muy peligrosa» o «adaptación tecnológica»? En todo caso, la mayoría de la Asamblea aprobó el artículo que lleva esta medida, por 80 votos contra 24. Los diputados del campo presidencial, LR y RN votaron a favor. Votaron en contra los de Nupes, como el presidente del grupo Liot, Bertrand Pancher.

El artículo permite la activación remota de teléfonos móviles, ordenadores y otros objetos conectados en dos casos distintos. El primer dispositivo autoriza la geolocalización para seguir en tiempo real los movimientos de las personas objeto de investigación en el marco de una investigación por un delito o falta punible con al menos cinco años de prisión. El Senado quiso limitar esta medida a los delitos y faltas punibles con diez años de prisión, pero la Asamblea volvió a la versión del gobierno.

La segunda parte permite la captura remota de sonido e imagen de personas objetivo esta vez tanto en casos de terrorismo como de delincuencia y crimen organizado. La captura se refiere solo a “docenas de casos por año”, insiste Éric Dupond-Moretti.

La izquierda se opone a estas disposiciones «de intrusión en la vida privada», evocando LFI una «deriva autoritaria» y recordando las críticas de abogados u ONG. Una enmienda de la diputada del campo presidencial Naïma Moutchou (Horizons) especifica que la grabación debe realizarse “cuando la naturaleza y la gravedad de los hechos lo justifiquen” y “durante una duración estrictamente proporcionada” al objetivo. Pero para el ministro de Justicia, Éric Dupond-Moretti, «hay personas cuyas vidas salvaremos»: «Estamos lejos del totalitarismo de ‘1984’», la novela de George Orwell.

El campo presidencial enfatiza las “garantías” brindadas. La captura quedaría reservada para los casos “más graves” y autorizada por 15 días renovables una sola vez por el juez de libertades y detención, y dos meses renovables por un juez de instrucción hasta un máximo de seis meses. Éric Dupond-Moretti lo compara con la «vieja técnica» de micrófonos o cámaras colocados en las casas de los sospechosos. Otro argumento: el disparo remoto de dispositivos conectados ya es utilizado por «servicios de inteligencia», sin la autorización del juez, que aquí será fundamental.

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En comisión, los diputados habían reforzado las «salvaguardias» con más profesiones «protegidas» de estas técnicas de investigación: médicos y periodistas además de abogados, magistrados y parlamentarios. El grupo LFI, opuesto a la medida como tal, hizo sin embargo apartar de las profesiones «protegidas» a los alguaciles y notarios por reforma, al considerar que no había razón válida para que lo fueran, y no el resto de la población.

En este extenso artículo 3 del texto también se prevé la extensión del uso de registros nocturnos y la posibilidad de utilizar una teleconsulta para un examen médico durante una extensión de la custodia policial. Diputados de varios grupos de oposición intentaron sin éxito eliminar la posibilidad de que un juez, bajo ciertas condiciones, pusiera bajo arresto domiciliario con vigilancia electrónica a una persona que había sido liberada de la prisión preventiva debido a un error de procedimiento. Disposición que consideran liberticida. Hoy en día, solo es posible la colocación bajo control judicial. “Es una modalidad adicional”, defendió el ministro. “Por la falta de medios de justicia, ¿habrá más errores (de procedimientos) que le hagan proponer encubrir las irregularidades haciéndolas regulares?”, respondió la diputada comunista Elsa Faucillon.

Por la tarde los diputados aprobaron una disposición para reforzar la presencia de las aseguradoras en las audiencias de los juzgados penales de menores, y para mejorar los procedimientos de indemnización. También validaron la presencia obligatoria de un abogado durante un acuerdo realizado a través de un acuerdo legal de interés público (CJIP), un procedimiento que permite a una empresa resolver una disputa y evitar el procesamiento mediante el pago de una multa al ‘Estado’.