Un verdadero milagro. Lucas tiene 6 años y siente molestias al orinar, además de un ligero tambaleo, precisan nuestros compañeros de Le Parisien. El joven belga sufre un glioma infiltrante del tronco del encéfalo, un cáncer pediátrico muy agresivo que sólo afecta a unos diez niños al año. Los médicos belgas, indigentes, les sugirieron la idea del instituto Gustave-Roussy, situado en Villejuif, donde se está desarrollando un ensayo «Biomede». Comienza un tratamiento de radioterapia que durará treinta sesiones.

“Teníamos esperanzas, pero los médicos fueron claros. Nos dieron las estadísticas, que no eran buenas, nada buenas…” recuerda Cédric el padre. Los padres imaginan partir hacia Estados Unidos o México para buscar tratamiento. Al final, deciden quedarse y continuar con la radioterapia. Pero la salud de Lucas mejora espectacularmente. Después de cinco años, el médico que atiende al joven, Jacques Grill, planea suspender los tratamientos. “No sabía cuándo parar, ni cómo, porque no había ningún referente en el mundo…”, afirma.

Decide hablar con Lucas al respecto y le prescribe una última casilla. Pero el niño responde que le queda uno por adelantado. “Fue imposible, entregué exactamente la cantidad de tabletas necesarias entre dos consultas. Entendí que ya no lo tomaba…” dijo el médico. El niño ya no tomaba su medicación, pero está curado. Sin embargo, las pastillas no tranquilizan al médico: “Creemos que Lucas tenía una forma particular de la enfermedad. Debemos entender qué y por qué para lograr reproducir médicamente en otros pacientes lo que sucedió naturalmente con él. Eso seria genial.»