Uno de los cambios profundos es el boom de las redes sociales que no existían en 2004. El iPhone apareció hacia 2007 y cambió por completo nuestra relación con el tiempo. También estuvo la crisis financiera de 2007-2008, que creó una gran falta de igualdad económica, y la pandemia, que fue un gran taller sobre la lentitud. Fue una pesadilla en muchos sentidos, pero la gente se dio cuenta de muchas cosas. Hicimos lo que rara vez hacemos en una sociedad basada en la velocidad: una reflexión sobre la vida. La gente dio un paso atrás, se dijeron que antes de la pandemia vivían en piloto automático y querían hacer cambios profundos en su estilo de vida. Básicamente, es la misma batalla. El error de la prisa todavía existe en todos los ámbitos, pero cuando miro desde 2004 hasta 2024, soy optimista porque las placas tectónicas se han desplazado. Hoy en día hay muchos movimientos lentos en todo el mundo.
Las prioridades de la nueva generación son diferentes a las mías y tengo 56 años. Los jóvenes quieren tener éxito en sus vidas, pero quieren vivir más lentamente. Están dispuestos a trabajar, pero quieren más tiempo libre, y si las empresas se lo niegan, tienen otras opciones. Los jóvenes están desafiando el sistema y redefiniendo el éxito en la vida, es decir, tener una vida equilibrada. Podemos criticarlos, algunos hablan de pereza, pero también es una buena lección y un buen motivo para ser optimistas. Cuando los jóvenes dicen no a nuestro sistema actual y quieren cambiar las reglas del juego, es positivo.
Hace 20 años la lentitud estaba mal vista, era una palabra despectiva, sinónimo de pereza. Pero esto ya no es así, reconocemos sus beneficios. Lentitud significa calidad, ganas de hacer las cosas bien y disfrutarlas más. Por ejemplo, el autor estadounidense Cal Newport publicó este año un libro llamado Slow Productivity. Lo que hubiera sido impensable hace cinco años. Hoy nos damos cuenta de que en un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder. En el trabajo, la lentitud nos permite ser más creativos, cometer menos errores, ser más productivos y más eficientes, tener una mejor comunicación. Una de las características de la inteligencia artificial es la velocidad. La tecnología se ha vuelto súper rápida y, como seres humanos, hemos perdido esta batalla de la velocidad con las máquinas. Hay que apostar por la lentitud, es nuestro futuro.
Los jóvenes se dan cuenta de que los móviles son buenos, son una herramienta imprescindible, pero que son muy perjudiciales para la conexión humana. Por eso estamos viendo aparecer nuevos rituales que ponen límites a esta locura de la pantalla. En los cafés de Londres vemos el fenómeno del apilamiento. Los jóvenes dejan sus móviles en el centro de la mesa y ya no pueden utilizarlos durante la reunión, ¡y quien los coja deberá pagar la cuenta de todos! Es una forma de decir que estamos viviendo este momento juntos, entonces ¿por qué desperdiciarlo con nuestros móviles? Es un ritual creado por jóvenes que crecieron con pantallas y que han llegado al límite de la velocidad y la tecnología.
Todo es más fácil en la vida cuando eres rico, digámoslo, pero eso no significa que sea imposible frenar cuando no eres rico. Es más difícil, hay mucha incertidumbre económica y muchos están trabajando duro para llegar allí, pero este problema va mucho más allá de lo lento y lo rápido. Es un problema social que debe cambiar y es una lucha que hay que ganar para que todos tengan acceso a una vida humana, con dignidad. Por otro lado, se suele decir que es imposible frenar el ritmo para quienes tienen salarios más bajos. Pero cuando miramos el tiempo que pasamos en las redes sociales, vemos que ¡no son sólo los ricos los que están pegados a las pantallas! En cuanto tengamos 20 minutos libres ¿qué hacemos? ¡Sumergámonos en nuestras pantallas! Podríamos dar un paseo, ir a un parque o charlar con amigos, no cuesta nada, pero tomamos malas decisiones. Las pantallas son una adicción. Todos somos adictos. Es difícil cambiar, pero no imposible.
Sí. Todo el mundo me pregunta cómo me las arreglo para vivir despacio en una ciudad como Londres. La lentitud es un estado de ánimo, una filosofía de vida, vivas en la ciudad que vivas. Aunque es más fácil reducir el ritmo cuando se vive en el campo, se puede vivir despacio en cualquier lugar.