«Contra Noruega… Lo siento, contra Suecia, lo siento, ya estoy allí. Era importante empezar muy fuerte». Justo después de ganar magistralmente la semifinal contra Suecia (37-28), Laura Glauser, elegida jugadora del partido, tuvo este revelador desliz. Una señal de que, ya, su mente estaba vuelta hacia la final de este domingo y la eterna Noruega, que volvió del infierno ante Dinamarca para clasificarse en el último segundo de la prórroga (29-28) con un gol de otro lado ‘Henny Reistad’. Un enfrentamiento que parece un clásico a estas alturas de la competición en un Campeonato del Mundo ya que será la quinta final Francia-Noruega desde 1999. Lo que significa que casi una de cada dos ediciones termina con este duelo.

Por el momento, está claro que Noruega lleva la ventaja con tres victorias, frente a una sola de los Bleues en 2017. Lo que no impide que, como dice el refrán, “una final no se juega, se gana. » Más aún después de tan buena actuación de la selección francesa, con ocho victorias en ocho partidos, incluida una contra… Noruega hace precisamente una semana (24-23), al final de la ronda principal. Un partido sin más apuestas que terminar primeros de grupo, pero que dio lugar a un intenso enfrentamiento. Como siempre entre las dos naciones dominantes del balonmano actual. Victoriosos, los jugadores de Olivier Krumbholz superaron sucesivamente a la República Checa (33-22) y a Suecia (37-28), mostrando una facilidad y un dominio desconcertante. Y algo casi inusual para este equipo francés más acostumbrado a los sudores fríos durante los partidos duros.

Sólo que a siete meses de los Juegos Olímpicos de París, este Campeonato del Mundo ratifica la transformación de estos Blues. Expertos en la construcción y el levantamiento de murallas defensivas desde hace más de dos décadas, los franceses han iniciado – bajo el impulso de su entrenador residente en Herning (Dinamarca) – seguramente su última final mundial antes de probablemente rendirse al final de los Juegos Olímpicos de 2024. – su transformación a nivel ofensivo. Tradicionalmente muy fuerte en remontar el balón y en jugadas a balón parado difíciles, Francia apareció transfigurada en ataque. Más eficientes en el tiro, más precisos en la zaga, los Bleus han logrado avances significativos en un sector que fue durante mucho tiempo su talón de Aquiles. Aunque durante este Campeonato del Mundo experimentaron algunas recaídas en determinados momentos – en particular en el tiro o en las pérdidas de balón -, lo cierto es que encontraron particularmente atractiva una forma de estabilidad y continuidad en el juego.

“El hecho de que estemos en la final demuestra que la selección francesa se está recuperando, pero el apetito llega con la comida”, analiza Krumbholz en la web de la Federación. “Esta final es el fruto del trabajo realizado desde el inicio de la preparación, durante la cual tuvimos muchos problemas. Cuando llegamos el 20 de noviembre, había pocas chicas que estuvieran en buena forma. Estaba hablando de ir aumentando poco a poco, ya estamos ahí. Estamos a sesenta minutos de un título”. Lo que hace soñar a todos aquellos azules que no estuvieron presentes en 2017, es decir a la gran mayoría (solo estuvieron Grace Zaadi, Orlane Kanor, Estelle Nze Minko y Laura Flippes). “Ahora tenemos que olvidarnos del primer partido contra Noruega”, afirma con determinación Tamara Horacek. “Sabemos que podemos vencerlos, pero aquí se jugará con agallas, con cabeza. Tenemos que darlo todo para ganar el título de campeón del mundo”. La que sería sin duda la mejor preparación para los Juegos Olímpicos de 2024, donde los blues defenderán el título conquistado en Tokio hace tres años.