Decenas de miles de manifestantes se reunieron el sábado por la noche en Tel Aviv y otras ciudades israelíes por 22 semana consecutiva, para protestar contra el controvertido plan de reforma del sistema judicial del gobierno de Benjamin Netanyahu.

Los manifestantes se reúnen todas las semanas desde enero para denunciar la reforma judicial impulsada por el Gobierno, uno de los más derechistas de la historia de Israel, que también es blanco de las críticas de los manifestantes.

El Primer Ministro anunció el 27 de marzo una «pausa» en el proyecto para dar una «oportunidad […] de diálogo», pero la movilización contra la reforma sigue siendo fuerte, así como las críticas contra Benjamin Netanyahu, acusado de corrupción en una serie de casos.

Según los medios israelíes, unos 100.000 manifestantes se reunieron en Tel Aviv, una cifra significativa para los más de 9 millones de habitantes del país. La policía no proporciona cifras oficiales sobre las manifestaciones. Los manifestantes, ondeando banderas israelíes, bloquearon la Autopista Ayalon en ambas direcciones.

El viernes por la noche, varios cientos de israelíes se reunieron frente a la residencia privada de Netanyahu en Cesarea, al norte de Tel Aviv. La manifestación, calificada de «no autorizada» por la policía, se vio empañada por incidentes violentos con la policía y al menos 17 detenciones.

“Seguimos manifestándonos para mostrarles que aunque hayan hecho una pausa en la reforma seguimos movilizados y no podrán aprobar leyes a escondidas”, explica Ilit Fayn, dentista de 55 años, que participa en la manifestación. Tel Aviv el sábado por la noche. “Es muy importante para nosotros eliminar la posibilidad de que Israel se convierta en una dictadura”, dijo Arnon Oshri, un agricultor de 66 años. «Este gobierno corrupto está lleno de forajidos… al pueblo judío le tomó 2.000 años tener un estado, no podemos perderlo ante un grupo de fanáticos», dijo y agrega.

Según el Gobierno, la reforma del sistema judicial apunta, entre otras cosas, a reequilibrar los poderes mediante la reducción de las prerrogativas del Tribunal Supremo, que el Ejecutivo considera politizadas, a favor del Parlamento. Pero sus detractores creen que corre el riesgo de abrir el camino a una deriva iliberal o autoritaria.