Dominica, un pequeño país insular del Caribe, anunció el lunes la creación de la primera reserva de cachalotes del mundo, prohibiendo la pesca comercial y el movimiento de grandes embarcaciones. Esta área protegida se extenderá frente a la costa occidental a lo largo de casi 800 km², aproximadamente el tamaño de la propia isla. De este modo, el país espera aumentar sus ingresos por turismo, pero también atrapar más carbono en el fondo marino gracias a las propiedades biológicas de estos cetáceos.
«Los aproximadamente 200 cachalotes que viven en nuestro mar son ciudadanos valiosos de Dominica», dijo el primer ministro Roosevelt Skerrit en un comunicado el lunes. Los cachalotes son los depredadores dentados más grandes del planeta, alcanzando hasta 16 metros de longitud. Se encuentran en todo el mundo, desde Nueva Zelanda hasta Islandia, y aprecian especialmente las aguas traslúcidas de Dominica, ideales para su alimentación y para la crianza de sus crías.
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El biólogo Shane Gero, que estudia los cachalotes de Dominica desde 2005, ha demostrado mediante su investigación que su población está disminuyendo debido a los choques con barcos, la pesca accidental y la contaminación plástica. «Estamos perdiendo animales y familias que los investigadores y operadores que observan aquí a los cachalotes conocen muy bien», afirmó. Se cavará un corredor para permitir que los barcos atraquen en Roseau, la capital y ciudad más grande de la isla, según Francine Baron, directora de una agencia para la resiliencia climática en Dominica. Es probable que se prohíban los barcos de más de 18 metros, mientras que se seguirá permitiendo la pesca artesanal en pequeña escala.
Kristen Rechberger, fundadora de Dynamic Planet, una empresa que asesora al gobierno dominicano, dijo que la idea sería establecer un concepto similar al programa de gorilas de montaña en Ruanda, donde los visitantes extranjeros pagan 1.500 dólares por caminar un día y pasar una hora con los primates.
Los cachalotes también tienen ventajas climáticas: sus excrementos son ricos en nutrientes y favorecen la proliferación del plancton, que captura el dióxido de carbono del agua de mar. Suponiendo que en las aguas de Dominica vivan 250 ballenas, atrapan hasta 4.200 toneladas de carbono cada año, el equivalente a 5.000 coches retirados de la carretera, estima Enric Sala, fundador de la organización sin fines de lucro Pristine Seas, que también asesora a Dominica.