Un polvo que ha aterrorizado al poder estadounidense durante varios años. Se dice que el fentanilo es cincuenta veces más potente que la heroína y cien veces más potente que la morfina. En Estados Unidos, este opioide sintético ha suplantado en pocos años a todas las demás drogas producidas por los narcotraficantes, convirtiéndose en la principal causa de muerte entre las personas de 18 a 49 años. Este producto estuvo relacionado con más de dos tercios de las 110.000 muertes por sobredosis en el estado federal en 2022. En el mismo año, las autoridades incautaron suficiente fentanilo para matar a toda la población estadounidense.
Ante esta alarmante observación, el gobierno estadounidense, a través de su secretario de Estado, Antony Blinken, anunció que quería liderar una “coalición” global para luchar contra este flagelo. Para ello, el Secretario de Estado reunirá este viernes 7 de julio a sus homólogos internacionales en una sesión inaugural a la que han sido invitados cerca de 90 países de todo el mundo.
Sin embargo, en su estado puro, el fentanilo no se considera una droga sino un analgésico abrumador, usado con mucho cuidado en la comunidad médica. Su “uso normalmente se reserva para el dolor intenso”, especifica en Figaro el profesor del CHU de Lyon Benjamin Rolland.
Pero en Estados Unidos, su uso se ha desviado desde hace varios años. Este consumo masivo de opioides se explica, entre otras cosas, por la ampliación de la prescripción de analgésicos muy potentes a partir de 1996 y por el lanzamiento de insistentes campañas comerciales por parte de las industrias farmacéuticas. A partir de entonces, algunos pacientes se volvieron dependientes y diversificaron su consumo recurriendo a productos más fuertes. Incluidos los sintéticos como el fentanilo, creando un auténtico mercado negro. De hecho, estos últimos pueden consumirse en forma de medicamentos o falsificaciones fabricadas. Sus efectos son muchos y variados si no se utiliza con prudencia: euforia, somnolencia, relajación, respiración lenta, etc… hasta la sobredosis.
El fentanilo puede ser «tragado, fumado, esnifado o inyectado», detalla el Centro Canadiense de Adicciones y Salud Mental (CAMH), que agrupa a un conjunto de hospitales psiquiátricos y centros especializados en el tratamiento de las adicciones de este país también mermado por esta droga . Se puede vender en forma de «polvo» o «pastillas», pero también se puede mezclar con otros productos como la heroína o la cocaína. De esta forma, a veces pasa desapercibido. “Muchos casos de sobredosis provienen de que la gente no sabe que lo que consume contiene fentanilo”, asegura también la CAMH.
Además de ser muy potente, “el fentanilo también es más “refinado” para los receptores opioides del cerebro”, explica el profesor Benjamin Rolland. En concreto, el producto “se separa menos fácilmente del receptor”, incluso “cuando se administra un antídoto, como la naloxona [un fármaco que puede neutralizar temporalmente los efectos de una sobredosis de opioides y dar tiempo a que intervengan los paramédicos, nota del editor]”. Por lo tanto, el riesgo de muerte por sobredosis está «significativamente aumentado».
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La corta edad de las víctimas es motivo de especial preocupación para las autoridades públicas. De las 70.000 personas que fallecieron en 2021, 1.146 eran adolescentes. Los dramáticos ejemplos saturan la prensa estadounidense: en mayo pasado, tres adolescentes fueron encontradas “en un automóvil en el estacionamiento de una escuela secundaria rural de Tennessee”, pocas horas antes de su ceremonia de graduación, informa The New York Times. Dos ya estaban muertos, mientras que el tercero, de 17 años, fue trasladado de urgencia al hospital.
Cada estado trata pues de legislar sobre el problema. “Solo en la sesión legislativa de 2023, se introdujeron cientos de proyectos de ley sobre delitos relacionados con el fentanilo en al menos 46 estados, según la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales”, informa el diario estadounidense. En Virginia, por ejemplo, la droga ha sido codificada como “arma de terrorismo”.
Y la lucha contra este flagelo se prolonga desde hace varios años. En 2017, el presidente estadounidense, Donald Trump, ya se refirió a “la peor crisis de drogas en la historia de Estados Unidos” y declaró el estado de emergencia sanitaria. Los fondos, sin embargo, tardaron en llegar. El mismo año se creó una Comisión para combatir la crisis de los opiáceos para establecer pautas: mejorar el acceso a los tratamientos de sustitución o incluso hacer disponible la naloxona. Esto se puede proporcionar a la policía o a los bomberos o distribuirlo directamente a los usuarios de drogas.
Finalmente, está la cuestión de los traficantes, en relación con el fentanilo falsificado. “A diferencia de los ‘opiáceos’, la amapola no necesita producir las moléculas básicas (morfina, codeína, etc.)”, subraya también Benjamin Rolland. “Por lo tanto, se puede producir directamente con procesos bastante simples”, continúa. Esta especificidad facilita por tanto su producción. Los principales implicados por el poder estadounidense son los laboratorios clandestinos chinos y los cárteles mexicanos.
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El 7 de junio, el embajador estadounidense en Beijing instó a China a invertir más en la lucha contra este flagelo. “Instamos encarecidamente al gobierno chino a que use su considerable poder para evitar que las empresas del mercado negro chino vendan fentanilo”, dijo Nicholas Burns. Sin embargo, en 2019, Beijing había prohibido las exportaciones de este producto a los Estados Unidos. Pero desde entonces, según muchos expertos, el país continúa entregando compuestos químicos necesarios para la fabricación de fentanilo, especialmente a México y Centroamérica, informa AFP.
Por lo tanto, el pasado abril, Estados Unidos anunció sanciones contra las redes de tráfico de fentanilo, que involucran a China y México. Washington sancionó en particular a los cuatro hijos del famoso traficante mexicano «El Chapo», miembros del cártel de Sinaloa, Joaquín. La justicia estadounidense pretendía así atacar “las mayores, violentas y prolíficas operaciones de tráfico de fentanilo, manejadas por el cártel de Sinaloa y alimentadas por compuestos químicos de farmacéuticas chinas”, según palabras del ministro de Justicia, Merrick Garland. Más recientemente, el 23 de junio, Estados Unidos también acusó a empresas chinas de estar involucradas en el tráfico de fentanilo, por primera vez. Uno fue acusado de tener suficiente fentanilo para matar a 25 millones de estadounidenses.