El mensaje es claro: el Papa Francisco no vendrá a Francia en septiembre para una visita política o para encontrarse con los franceses, sino para los inmigrantes. “Iré a Marsella, no a Francia”, volvió a insistir el Papa Francisco en el avión que lo trajo de vuelta de la JMJ de Lisboa el domingo.
Si bien excluyó tener un “problema” con Francia, el Papa de 86 años se explicó a sí mismo. «El problema que me preocupa es el problema del Mediterráneo, por eso me voy a Francia» el 22 y 23 de septiembre, dijo.
“El Mediterráneo es un cementerio. Pero no es el más grande: el cementerio más grande está en el norte de África. Es horrible. Por eso me voy a Marsella”, prosiguió el jesuita argentino, que hizo del tema migratorio un pilar fundamental de su pontificado. “Los obispos se reúnen para reflexionar sobre el drama de los migrantes”. Así, la diócesis de Marsella organizará del 18 al 24 de septiembre encuentros en torno a temas como las desigualdades económicas, las migraciones y el cambio climático, a los que el Papa está invitado a reunirse con los obispos y los jóvenes.
“Fui a Estrasburgo (en 2014, nota del editor), iré a Marsella, pero no a Francia”, insistió el Papa. “La semana pasada, el presidente Macron me dijo su intención de venir”, agregó, en referencia a que la reunión con el presidente francés era opcional en su viaje. El Papa hablará con el Presidente de la República el 23 de septiembre por la tarde, antes de celebrar una misa en el estadio Vélodrome. Misa abierta al público, a la que seguirá una oración en memoria de los migrantes desaparecidos en el mar.
El Papa ya había declarado ir «a Marsella, pero no a Francia», declaraciones que habían causado incomprensión entre algunos católicos franceses. Cuando se le preguntó si tenía «algo en contra de Francia», el Papa respondió: «¡No!». «Esa es una política. Visito los pequeños países europeos, los grandes (España, Francia, Inglaterra…) los dejo para más adelante, para el final. Quiero empezar con los pequeños”, dijo.