La manifestación prohibida contra la “megacuenca” de Sainte-Soline reunió el sábado a nada menos que 30.000 personas según sus organizadores. Una cifra “absolutamente histórica en esta lucha”, saludaron este domingo en rueda de prensa, indicando que era cuatro veces superior a la del 29 de octubre, última cita de los opositores a esta contención.El agua de Deux-Sèvres se ha convertido en el símbolo de una nueva “lucha” ambiental. Pero al igual que con la protesta prohibida en el otoño, los enfrentamientos han eclipsado en gran medida el debate sustantivo sobre el intercambio de agua frente al cambio climático.

La primera ministra Élisabeth Borne denunció, en Twitter, una “oleada de violencia intolerable”, cuestionando “la irresponsabilidad de los discursos radicales que alientan estas acciones”. “En Sainte-Soline, la ultraizquierda y la extrema izquierda son extremadamente violentas contra nuestros gendarmes. Indecible, insoportable”, reaccionó también en un tuit el ministro del Interior, Gérald Darmanin. “Fue un guión escrito de antemano con un posicionamiento excesivo de la policía”, lamentó por el contrario el senador EELV de Ille-et-Vilaine Daniel Salmon, que vino a manifestarse con otros ecologistas electos y LFI.

Sindicatos, asociaciones y representantes electos a iniciativa de esta manifestación no declarada han establecido su versión del transcurso de la jornada esmaltado con violencia. “Cada uno tiene sus propios testimonios, declaró Benoît Biteau, eurodiputado de la EELV y campesino de Charentais, de larga data contra las cuencas, pero fue la policía la que disparó primero, y eso, lo he visto con mis ojos”, afirmó, deplorando verdaderas “escenas de guerra”.

“La policía disparó granadas en el acto sin distinción”, agregó Nicolás Girod, de la confederación campesina, insistiendo en el pacifismo de los manifestantes. Mientras un fotógrafo de Sud Ouest se quemaba las manos con un cóctel molotov, el criador lamentó que los profesionales de los medios “prefirieran ponerse del lado de la policía para no exponerse a la amenaza de los manifestantes”, que al revés, cuando el los niveles de violencia estaban “fuera de toda proporción”.

Y condenar el “terrorismo monstruoso” de un Estado que “se da por arrojar 4000 bombas sobre chavales”, en referencia a las 4000 granadas de descerco y bombas lacrimógenas lanzadas por los gendarmes sobre la concentración de todas las edades. Estos reaccionaron después de que un centenar de manifestantes los atacaran inundándolos con proyectiles, según relata nuestro periodista en el lugar. Durante estos asaltos, cinco vehículos de la gendarmería quedaron completamente calcinados.

Los enfrentamientos generaron rápidamente heridos entre los manifestantes y la policía. El primero contabilizó 200 “que no cuentan lesiones leves”, incluido un caso grave con una condición que amenaza la vida. “La persona recibió un tiro LBD en la garganta, le cortaron la arteria carótida”, informa un representante de la organización “Levantamientos de la Tierra”. Aún según los manifestantes, los gendarmes habrían bloqueado cualquier paso de ayuda. “Los manifestantes le hicieron un torniquete. El primer vehículo capaz de desafiar la prohibición de los gendarmes fue un vehículo de nuestro país”, continúa frente a los periodistas. Finalmente, “fue el Samu de Charentes el que vino, no el de Deux-Sèvres. Te dejo imaginar por qué”, chilló el eurodiputado Benoît Biteau.