Los primeros disparos destrozaron Jartum en la madrugada del 15 de abril de 2023. El enfrentamiento entre el ejército y una milicia era casi esperado, ya que las nubes se acumulaban desde hacía meses anunciando la tormenta. Aliados de las circunstancias para destronar primero, en 2019, al viejo déspota Omar el-Bashir y luego para monopolizar el poder a expensas de los civiles, al general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del ejército y presidente, y a su ex vicepresidente, el presidente general. Mohammed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, al frente de las poderosas Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), nunca ha ocultado sus ambiciones. A principios de 2023, las tensiones estallan cuando, en las negociaciones para devolver el poder a los civiles, surge la cuestión del futuro de las RSF. “El ejército no quería verlos unirse a sus filas y Hemedti temía perder sus medios de presión”, recuerda Raphaëlle Chevrillon, investigadora del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD).

Sin embargo, nadie esperaba que el enfrentamiento durara tanto ni se extendiera a casi todo el país, dejando en la carretera a 8,6 millones de civiles, o el 16% de los sudaneses, según datos de la ONU. Un año después, se celebró en París una conferencia para intentar ayudar a estos refugiados olvidados, mientras las conversaciones de paz, abiertas desde el 20 de mayo en Jeddah, estaban estancadas.

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Sin embargo, el ejército, pilar de los sucesivos regímenes desde la independencia, parecía demasiado poderoso para ser desafiado. Sobre todo porque el general al-Burhan, un gran conocedor de la política sudanesa, no pareció ingenuo. Y Hemedti, este miliciano casi analfabeto, de familia de ganaderos, no pareció capaz de resistirse. Pero las RSF, que se estima cuentan con 100.000 hombres, por el contrario, han ganado terreno muy rápidamente. En las primeras semanas, los milicianos, matando y saqueando, tomaron el control de gran parte de la capital, Jartum, y su ciudad hermana, Omdurman. “Ahora los centros históricos de las ciudades de Jartum y Omdurman están destruidos”, asegura Suliman Baldo, fundador del grupo de expertos Sudan Transparency and Policy Tracker. Muy rápidamente la guerra se extendió a otras regiones, particularmente a Darfur, en el oeste de Sudán, un bastión de las RSF.

De hecho, la milicia es heredera directa de los yanyawid, que, a principios de la década de 2000, asolaron Darfur y provocaron la muerte de al menos 300.000 personas. En esta provincia del este del país, las RSF, que también heredaron la ideología supremacista árabe de sus predecesores, libran una lucha extremadamente brutal. Las principales ciudades quedan bajo su control. Si en Darfur del Norte, el-Fasher resiste, en el otoño, cae la “capital” de Darfur Occidental, el-Geneina. Esta ofensiva dio lugar a masacres atroces contra las poblaciones masalit que viven allí. Según Jeremy Laurence, de la oficina de derechos humanos de la ONU, los milicianos “torturaron a los desplazados a los que ejecutaron en gran número”. Lo que se parece mucho a la limpieza étnica en esta región tan pobre y caracteriza esta guerra que “se libra esencialmente contra civiles”, como señala Roland Marchal, investigador de Sciences Po.

Al mismo tiempo, las RSF llegaron a controlar casi todo el oeste del país. El ejército se retira, abandonando Jartum para establecerse en Puerto Sudán, que se ha convertido en la capital de facto de un Estado devastado. La milicia continuó sus avances y, el 18 de diciembre, tomó Wad Madani. La caída de la principal ciudad del estado de al-Jezira, el granero de Sudán, es un terrible revés para los militares. “Para los sudaneses del norte y del centro, esto suena como una humillación”, subraya Roland Marchal. Sobre todo porque en Wad Madani los milicianos, en su mayoría muy jóvenes y analfabetos, se comportan con su habitual brutalidad. “De hecho, esta victoria también ha demostrado los límites de las RSF. En la ciudad sólo saquearon y violaron, mostrando su incapacidad de gestión, lo que provocó un rechazo total de la población”, analiza Suliman Baldo.

De hecho, desde enero los militares parecen haberse recuperado. En marzo, las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) pudieron recuperar terreno en Omdurman, rompiendo su cerco. También están a la ofensiva en la provincia de al-Jezira. Esta renovada vitalidad frente a los paramilitares se debe también a la ayuda exterior. Por un lado, por parte de Egipto, que aunque frenado por Estados Unidos, no ha roto su tradicional alianza con los generales sudaneses.

Pero estos últimos también pueden contar con un nuevo aliado: Irán. La República Islámica, que ha utilizado Port Sudan durante años para suministrar armas a Hamás y Hezbollah, apoya directamente al gobierno. Teherán, ignorando la ruptura de relaciones oficiales con Jartum, suministró drones Mohajer 6 y otros modelos más ligeros. “Pero ese no es el verdadero cambio”, afirma Clément Deshayes, analista del IRD. La adhesión de varios grupos armados al ejército ha tenido un impacto significativo. El 12 de abril, el Ejército de Liberación de Sudán (SLA) de Minni Minnawi y el Movimiento Justicia e Igualdad (JEM) de Jibril Ibrahim, con base en el-Fasher, anunciaron que se unirían al ejército. El SPLM-Norte de Malik Agar y varias milicias islamistas ya estaban luchando bajo la bandera del ejército. “Esto le da a la FAS la infantería necesaria. Pero esto también indica una peligrosa “milicianización” del país porque todos estos grupos tienen su propia agenda”, señala Clément Deshayes.

Por su parte, las FAR de Hemedti pueden contar con la ayuda militar de los Emiratos Árabes Unidos, que transita por Chad, y con un importante fondo de guerra. Varios expertos creen que Rusia y los mercenarios de Wagner, presentes en Sudán desde 2015, podrían unirse al bando de RSF. Ya se han suministrado armas a las RSF, a través de Libia y del general Khalifa Haftar, cerca de Hemedti y Moscú. Para derrotar a este peón ruso, Ucrania, por su parte, desplegó algunas fuerzas especiales en Port Sudan. “Todo esto demuestra que tanto Hemedti como al-Burhan creen que es posible una solución militar a este conflicto. Pero no es así”, lamenta Suliman Baldo.