Arnaud Benedetti es profesor asociado en la Universidad París-Sorbona. Es redactor jefe de la “Revue Politique et Parlementaire”, cuya reunión anual, la Cité des Débats, se celebra a partir de este viernes en Saint-Raphaël. Publicó “¿Cómo murieron los políticos? El gran malestar del poder” (Éditions du Cerf, 2021).
EL FÍGARO. – ¿Qué lecciones se pueden aprender de la entrevista de Macron en el programa “C à vous” de France 5 de este miércoles?
Arnaud BENEDETTI. -Es un presidente que quiere cerrar la fase de la crisis parlamentaria. Lo intenta desplegando comunicaciones de combate cuyo objetivo es, en primer lugar, tapar las lagunas e invertir la realidad. Como siempre, Emmanuel Macron nunca se equivoca, no se siente en modo alguno sacudido por las convulsiones que atraviesan su bando, él es quien no tiene dudas. Sin embargo, había algo sorprendentemente implícito en su intervención: todo sucedió como si hubiera entrado en una especie de convivencia que no pronuncia su nombre, practicaba una forma de miterrandismo sin la delicadeza florentina de eso… esto. Esta ley sobre inmigración, que en última instancia no es realmente suya, pero de la que quiere sacar provecho porque la gran mayoría de la opinión pública la apoya, se le impone como una limitación que quiere transformar en una oportunidad. Intenta dar garantías a su izquierda remitiéndola al Consejo Constitucional, diciendo que no está de acuerdo, por ejemplo, con el importe del depósito exigido a los estudiantes extranjeros y, además, intenta explotar su autoría afirmando que constituye un “escudo”.
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¿Cuál fue el significado último de su intervención? Racionalizar sus propias inconsistencias, perpetuar el marketing del «al mismo tiempo» al querer oscurecer las inextricables contradicciones en las que está encerrado, acreditar la idea de que no ha perdido la batalla cultural mientras la derecha y el RN, cada uno en su de alguna manera, reflejó en él los fallos de su lectura del problema migratorio. Emmanuel Macron quiso salvar las apariencias, aunque eso significara distorsionar groseramente la realidad al afirmar que esta ley, un verdadero ejercicio de gestión por parte de su oposición de derecha, constituía una derrota para el RN. Su “al mismo tiempo” ya no tiene ni siquiera una apariencia de coherencia, se enreda con la esquizofrenia política porque el propio Emmanuel Macron es prisionero de sus propios “mandatos contradictorios”. Por eso quiere esta ley sin querer asumirla plenamente. Ésta es la expresión de la anomia al más alto nivel del Estado.
La edad media de los espectadores de “C à vous” es de 67 años. ¿Al asistir a este programa, el presidente intenta hablarle a su electorado, compuesto en gran parte por jubilados?
Él elige su camino, su corredor. De hecho, estaba hablando con su objetivo principal. Emmanuel Macron defiende la idea de que primero hay que ser fuerte en su propio bloque y que la mayoría no es el problema. En otras palabras, podemos ser una minoría pero un ganador ya que la mayoría hostil está irreconciliablemente dividida. Por eso debemos mantener el bloque de la corriente electoral dominante, a toda costa, no rendirnos porque es una condición de supervivencia. De ahí la elección de un espectáculo interno. Este entre ellos se resiste, en un momento en que se demostró a la Asamblea Nacional que esta minoría gobernante vio disminuir su margen de maniobra con la adopción de una moción de rechazo que, finalmente, vació gran parte de su contenido del texto inicial sobre inmigración. En un momento en el que surgían críticas desde dentro del propio macronismo, el presidente quería consolidar su primera línea y mantener la idea de que mantenía el control.
El gran ganador de esta velada fue el público – 2,9 millones de espectadores – de un programa cuyo presidente fue el mejor responsable de prensa… Una puntuación récord para el palco pero en general bastante baja para un discurso presidencial. Pero el objetivo de esta entrevista no era tanto dirigirse a las masas como proporcionar elementos de lenguaje a los formadores de opinión orgánicos de la macronie que son presa de preguntas.
El presidente dijo que se oponía a ciertas disposiciones de la ley de inmigración. ¿Está intentando dar crédito a la izquierda en una secuencia percibida como de derecha?
Una vez más hay algo disfuncional en la forma en que el poder se apropia de esta ley. He aquí un presidente, también un primer ministro y un ministro del Interior que han aprobado una ley explicando que algunas de sus disposiciones serían inconstitucionales. Esta afirmación es única en los anales de la Quinta República. Es el “al mismo tiempo” donde la vergüenza compite con el deseo de aprovechar la situación. En cierto modo, estamos tratando de decir “el que pierde gana” para enmascarar lo que parece una victoria pírrica. Esta posición ambigua, macronista constante, demuestra que a pesar de una opinión mayoritaria favorable a la ley e incluso a un endurecimiento del control migratorio en el futuro, el ejecutivo sigue en parte bajo la influencia del poder prescriptivo de la derecha de izquierda.
¿Puede este encuentro permitirle, en parte, salir de esta crisis política?
La inmediatez no es la ley de la historia. Las lecturas, a veces positivas, a nivel editorial de esta secuencia comunicativa no logran contener las tendencias subyacentes: la crisis democrática está ahí, la percepción mayoritaria de un poder lejano permanece en la opinión pública, también la sensación de que la política en sus formulaciones más recientes y en su ejercicio de poder no es capaz de proyectar ni proteger… Esta base de salsa permanece. Una vez más, considerar que un discurso presidencial disolvería milagrosamente una red de problemas es un reflejo irracional. Esta comunicación se autoperpetúa en la idea de la inmadurez de la sociedad. Un truco publicitario nunca abolirá la dinámica social. Por no hablar de que, en esta cuestión existencial de la inmigración, la creciente fuerza de la división entre la mayoría de los franceses que aprueban la ley pero la consideran muy insuficiente respecto al objetivo de control y la minoría de unos pocos ordenadores en materia de La opinión pública que, asustada por su derrota ideológica, no renuncia a imponer su punto de vista, sigue creciendo. La crisis democrática va acompañada, pues, de una crisis de cohesión nacional pero también de soberanía popular. Ante esta triple crisis, un ejercicio de comunicación es poco.