Panorama del cine mediterráneo, el festival Cinemed de Montpellier, cuya 45ª edición finalizó el sábado, es también un crisol donde los jóvenes talentos dan sus primeros pasos antes de regresar a lo más alto del cartel para los más afortunados o perseverantes.
El sábado 28 de octubre, la película “Noche oscura en Anatolia” del director turco Özcan Alper ganó el sábado la Antígona de Oro al mejor largometraje de ficción. Cuenta la historia de Ishak, un hombre que recibe una llamada de su pueblo donde hace mucho tiempo que no va, porque su madre está enferma y quiere verlo antes de morir. La película competía con ocho producciones tunecinas, marroquíes, israelíes, francesas o italianas, cuatro de las cuales habían sido presentadas en los últimos años en la “Beca de Ayuda al Desarrollo” de Cinemed. Este último permitió apoyar 109 proyectos cinematográficos, 50 de los cuales vieron la luz en todas las orillas del Mediterráneo. “Es una función que los festivales no tenían originalmente: ser intermediarios y favorecer la aparición de películas”, explicó el director de Cinemed, Christophe Leparc. «Nos dimos cuenta de que lo importante era que los autores de proyectos cinematográficos que no necesariamente estaban terminados debían tener dinero para poder seguir escribiendo y completar el guión», añadió. En sus inicios, el cineasta marsellés Robert Guédiguian defendió un proyecto en Montpellier, mucho antes de ser recibido como invitado de honor durante la 40ª edición en 2018, subraya también Christophe Leparc.
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En 2019, el director francés Karim Bensalah ganó una beca para su primer largometraje “Six Pieds on Earth”. “Es algo volver a este festival que me vio nacer”, dijo el miércoles 25 de octubre frente a un lleno total durante la presentación oficial de la película en competencia. Luego añadió: “Esta beca fue decisiva porque me permitió trabajar en el guión, pero también hacer scouting y encontrar actores, desde Roubaix hasta Niza”.
Las otras tres películas apoyadas este año fueron “Excursion”, del bosnio Una Gunjak, “Anna” del italiano Marco Amenta y “Backstage”, del marroquí Khalil Benkirane y del tunecino Afef Ben Mahmoud. Los autores de 14 proyectos cinematográficos aún inacabados desfilaron en los últimos días uno tras otro ante un jurado a veces severo en una sala de reuniones de un hotel cercano al festival. Tuvieron media hora para convencer a los cuatro profesionales, productores o distribuidores, del beneficio de echarles una mano. “¿No pondrías la escena de la inmolación primero y no al final? ¿Y por qué tus dos personajes no duermen juntos?”, preguntó un miembro del jurado a la directora argelina Amel Blidi, que defiende una road movie que lleva el nombre de su heroína en busca de libertad, “Mimouna”. “Para Argelia, mi película llega muy lejos, pero aquí quizá no sea suficiente”, argumenta la joven antes de salir del cine con confianza: “Es bueno enfrentarse a las reacciones de este tipo, es interesante. La directora libanesa Katia Saleh y su productora Nadine Naous también tuvieron la impresión de haber sido “sacudidas” durante su gran oral, dijeron durante la ceremonia de beca. Los 4.000 euros que recibieron deberían permitirles completar el guión y los diálogos de su comedia negra “La muerte no me tendrá vivo”. “El coche fúnebre de la felicidad”, proyecto del director palestino Wisam Al Jafari, recibió una subvención de 8.000 euros del Centro Nacional de Cine e Imágenes Animadas (CNC). Tuvo que defender su proyecto por videoconferencia y le impidieron viajar debido al conflicto en curso entre Israel y el movimiento palestino Hamás en Gaza. El jurado de Antigone d’Or también concedió una mención a la película del director israelí Dani Rosenberg “El desertor”, la historia ficticia de un soldado israelí “que intenta huir del campo de batalla en Gaza”.