Sébastien Laye es empresario y economista.

Matthieu Verry es vicepresidente de Ecología Responsable.

Francia acogerá pronto los Juegos Olímpicos en un contexto de polémicas cada vez mayores: ataque a nuestra cultura mediante la retirada de los libreros de segunda mano de las orillas del Sena, estudiantes privados de su alojamiento, precios excesivos de las entradas… Así es como La sentencia de muerte también resuena para la ecología, que se considera en gran medida olvidada en estos Juegos. Sin embargo, este evento global debería haber sido el escaparate de una Francia a la vanguardia de la ecología y la fuente de un nuevo camino para el planeta. El lema olímpico Citius – Altius – Fortius (Más rápido – Más alto – Más fuerte) no fue respetado en el aspecto ecológico. A partir de ahora ha llegado el momento no sólo de la evaluación económica sino también, y sobre todo, de la evaluación del carbono.

Aunque las promesas eran tentadoras con un presupuesto de carbono dedicado a viajes (34%), construcción (33%) y operaciones (33%), la realidad ha alcanzado el engaño. El listón fijado era demasiado alto para hacer de estos Juegos “los primeros Juegos con una contribución positiva al clima” hasta el punto que el Ayuntamiento de París ha revisado continuamente sus ambiciones a la baja. En otras palabras, inicialmente se suponía que estos Juegos salvarían el planeta, luego gradualmente las promesas verdes se redujeron, para finalmente tener una contribución negativa al clima con todo lo mismo… un objetivo de «dividir por dos la huella de carbono de los Juegos». ”en comparación con ediciones anteriores. Uno de los ejemplos clave de este fracaso es el incumplimiento de la promesa: “100% de los sitios accesibles en transporte público”. Un fallo por el aplazamiento de la entrega de obras de las líneas 16 y 17 del metro y del CDG Express. Si el Ayuntamiento de París defendió la “neutralidad de carbono” de los Juegos, la Agencia de Transición Ecológica (Ademe) calificó este argumento de engañoso dado que un evento de esta magnitud no puede ser carbono neutral por naturaleza.

Además, estos Juegos Olímpicos fueron una oportunidad para cuestionar pensamientos y acciones concretas relacionadas con la ecología, para obtener un impacto que hubiera ido más allá de los límites del tiempo – más allá del evento – y fuera parte de un enfoque sistémico más profundo. Los Juegos podrían haber sido la matriz de nuestra nueva política medioambiental.

En su informe de julio de 2023, el Tribunal de Cuentas no pudo “evaluar la sinceridad y la sostenibilidad” del presupuesto para los Juegos Olímpicos, mientras que el presupuesto inicial fue revisado al alza exigiendo 400 millones de euros adicionales, para un total de 4.380 millones de euros. Además, el presidente del Tribunal de Cuentas afirma que “la inversión pública del Estado y de las comunidades podría alcanzar al final unos 3.000 millones de euros”, precisando que “una parte no se conocerá hasta después del acontecimiento”. Dado que el 95% de las sedes de los Juegos ya existen o son temporales, estos excesos presupuestarios son inaceptables.

Pero si el presupuesto global aumenta, la dotación asignada al clima permanece estancada. Así, los “proyectos positivos para el clima” mencionados por París 2024 ascienden a 15 millones de euros, lo que representa el 0,34% del presupuesto total. Reinventar los Juegos Olímpicos a través de la ecología no es algo para mañana…

Aunque los Juegos se financian con dinero público, la transparencia en las decisiones ecológicas está luchando por emerger. Entre todos los documentos publicados por París, es imposible señalar un punto de avance en su trayectoria de reducción de emisiones, incluso si la mayoría de las emisiones se producirán en el mismo momento del evento.

Del mismo modo, el cálculo de la huella de carbono no está completo ya que el “presupuesto de carbono” inicialmente fijado en un límite máximo de 1,58 millones de toneladas de CO2 deberá ser reevaluado a finales de 2023 para poder finalmente comunicarse en Abril de 2024 presentando un informe al Comité Olímpico Internacional. París 2024 no comunica sobre los proyectos seleccionados, pero asegura que ha estado atenta a su “calidad”. Por último, en lo que respecta a la política de exclusión de proveedores que no respeten las normas medioambientales, las cartas “eco-responsables” no contienen información precisa sobre los criterios ni sobre su carácter verdaderamente vinculante.

Así, debido a las malas decisiones políticas tomadas, se perfila un panorama climático oscuro para los Juegos Olímpicos: París, que brilla con su luz verde, no puede estar a la retaguardia del pragmatismo ecológico. Es un honor para Francia albergar sus Juegos bajo un prisma verde, y el Ayuntamiento de París debe ahora pasar de la comunicación a la acción para lograr un éxito total en sus Juegos y permitir que todos guarden recuerdos positivos de ellos. Una gestión ecológica exitosa de este evento sería una formidable bandera para el “Hacer que el Planeta vuelva a ser grande” del que se enorgullece Francia. ¿Cuándo le importará al gobierno?