Para comprender mejor la utilidad, el poder y la evolución de la marina francesa en todo el mundo, debes explorar el nivel del jardín del Museo Marítimo. Esta historia comienza con el absolutismo, con el despertar de la flota real materializado por un retrato de Richelieu y un busto de Colbert. Una llamada de atención tardía en comparación con las capacidades portuguesas, españolas, inglesas y holandesas. Pero con una velocidad y escala notables.

En el centro de la galería, modelos muestran los avances realizados. De Rochefort a Toulon, de Brest a Cherburgo, reyes, emperadores y repúblicas trabajaron para construir barcos cada vez más eficientes. Y fomentar la formación de marineros competentes. Para ello fueron útiles la mayoría de las maquetas a escala que admiramos. Sus dimensiones, cortes y curvas sirvieron de estándar para los carpinteros que trabajaban a escala 1. También permitieron a los estudiantes aprender los nombres de todas las piezas, desde velas, aparejos, hasta anclas y nudos. Y, para los estrategas, resumieron el estado de los recursos de un vistazo. Como el modelo de L’Artésien, que contribuyó a la formación naval del futuro Luis XVI. Posteriormente, Napoleón lo incluyó en su colección de Trianon.

Otras maravillas: las máquinas. Así, de largo, de cuerda. O el que permite erigir los mástiles con mano de obra. Juegos complejos e ingeniosos de polipastos, cables y ganchos. En cuanto a los engranajes de cobre o acero, que nos permiten comprender cómo se puede multiplicar por diez la fuerza del vapor, es decir de la rueda de paletas o de la hélice, brillan como el primer día. También se detallan las técnicas de ataque, incluido el abordaje, y las armas que las acompañan. Imágenes de batallas titánicas muestran las consecuencias caóticas y aterradoras. No muy lejos, una placa de hierro fundido indica la fuerza de las balas de cañón según su calibre. Poco después, estos últimos apuntan los proyectiles con sus nuevos cañones cada vez más mortíferos. A partir de entonces aparece este otro coloso: el acorazado. Le Hoche, por ejemplo, cuya inquietante silueta digna de los tiempos modernos se puede descubrir. Su aviso dice que los franceses lo apodaron “Grand Hôtel” debido a su elegante cascada de balcones. Pero también “Belle Cible” de los alemanes de Guillermo II. Tenga en cuenta sus redes de torpedos en la popa. Porque el reinado de los submarinos comenzó un poco antes de la Guerra Civil estadounidense. Y también se cuenta la historia de estas formidables ballenas mecánicas, desde los portaaviones hasta los nucleares.

Incluso puedes imaginarte tumbado en una de las estrechas y ergonómicas literas de Suffren. Otra reconstrucción a tamaño natural: el dormitorio del segundo al mando del destructor Mogador. Este ambiente austero pero elegante y confortable, cuero tabaco y aluminio Art Déco, es el mobiliario original. No tuvo tiempo de montarse antes de que el edificio pereciera. Fue durante el hundimiento de la flota en Mers el-Kébir en 1942. Afortunadamente, no sólo hay dramas en el mar bajo las banderas. También hay vida. Y se evoca igualmente lo de cada día, desde las hamacas hasta los lenguajes de los turnos a tomar.