Algunos los llaman “criaturas”; los demás prefieren decir “bichos”. ¿De qué hablan ellos? El mundo ha cambiado. Algunos humanos se convierten más o menos en animales. En el atasco del principio, una especie de pájaro de gran tamaño se escapa de una ambulancia. Un padre y un hijo presencian la escena. Están acostumbrados. En un centro especializado les espera su mujer y su madre, cubiertas de pelo, irreconocibles, una doble de Jean Marais en La Bella y la Bestia. Lo único que queda es su mirada.
Angustiados, unidos, chocando como dos pedernales, François y Émile parten hacia el Sur. Dirección las Landas. Este cambio de aire les vendrá bien. El adolescente está enfurruñado, inflamable, desollado vivo. Se alojan en el camping en una construcción prefabricada. En la universidad, el chico nuevo busca orientarse. Están los booms, las risas estúpidas, los primeros coqueteos. Romain Duris, el padre, trabaja como cocinero en un restaurante junto al río. La madre desapareció en el bosque. La están buscando.
Bajo la luna, con Pierre Bachelet a todo volumen en la radio del coche, conducen como locos por el bosque gritando su nombre. “¡Mami!”, grita el niño, como si su vida dependiera de ello. La escena podría convertirse en ridículo, desencadena una cascada de emociones.
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Duris simpatiza con un gendarme. Adèle Exarchopoulos, siempre divertida, capaz de vestir cualquier uniforme, espera su traslado (el término no debe tomarse en un sentido científico). La situación va un poco más allá de la policía. Thomas Cailley filma una realidad que se trastoca, dando un paso al costado. Esta fantasía cotidiana “suave” se beneficia de efectos especiales que son todo menos llamativos. Una especie de pulpo está causando estragos en un supermercado. Una extraña bestia sorprende al héroe en un cobertizo para botes. Ambiente divertido. Los residentes están divididos. Hay algunos que están dispuestos a vivir juntos. Por el contrario, los escépticos no dudarán en sacar el arma. Mientras tanto, el joven Émile se saca las garras que crecen debajo de sus uñas.
Su secreto nunca debe ser revelado. Huele de forma extraña, lame su sangre, come sin manos. Su novia abre mucho los ojos. Es una historia de amor. Un padre aprende a descubrir a su hijo, a comprenderlo. Incluso será cuestión de salvarlo. Esta metamorfosis es quizás una bendición. Cailley muestra la maleza como John Boorman en Deliverance, un universo poblado de gritos, helechos temblorosos, neófitos que practican volar o pescar con sus propias manos. La fábula evita el peligro del didactismo gracias a una preocupación por el realismo atemperada por la preocupación.
Los campesinos sobre pilotes celebran el solsticio de verano. La noche está llena de sorpresas y esperanzas. The Animal Kingdom destaca por su maestría, su originalidad, esa capacidad de mezclar géneros, sin nada que pose ni pese. Con Cailley, estamos listos para tragarnos todas las serpientes. Sin embargo, la especie no aparece en los créditos.
La Nota de Fígaro: 3/4