A primera vista, nada une a Margot y Eddy. Él, un vagabundo cuarentón que navega entre la calle y la cárcel. Ella, estudiante de sociología en los banquillos de la facultad de Amsterdam. Él ya tiene un historial criminal pesado, marcado por una condena por violación en 2007. Ella era previamente desconocida para la justicia. En el estrado de los acusados, este jueves por la tarde, baja la cabeza cuando el presidente de la sala 23 del tribunal penal de París le confronta con sus errores. No está impresionada con el decoro de la corte que enfrenta por primera vez. Desde su detención, la joven de pelo teñido ha mostrado cierta «indiferencia», apunta el fiscal. Procesados en comparecencia inmediata, ambos fueron detenidos el martes durante los actos de violencia que se desataron al margen de la manifestación parisina contra la reforma de las pensiones. El primero sabe que está apostando por su libertad. El segundo tiene la desenvoltura de quien nunca se ha visto privado de él.
Al caer la noche del martes, estallaron enfrentamientos entre manifestantes y policías en la capital, especialmente en los alrededores de Nation. Este lugar en el sureste de París quedó sumergido en una nube de humo por el fuego de botes de basura y gases lacrimógenos. Un total de 53 funcionarios y 33 manifestantes resultaron heridos, mientras que 78 personas fueron detenidas, lo que resultó en 76 puestos bajo custodia policial. Entre ellos, por lo tanto, están Eddy B. y Margot G. Este francés del Périgord está siendo procesado por “degradación o deterioro de la propiedad ajena por un medio peligroso para las personas”, “violencia a un oficial de la policía nacional” sin ITT y “ ninguna prueba de su domicilio por parte de una persona registrada en Fijaivs”, es decir el expediente de agresores sexuales.
Detrás de la jerga legal, Eddy arrojó una lata vacía en dirección a los funcionarios sin causar lesiones. También prendió fuego a una bolsa de basura. Como siempre, estaba borracho, muy borracho -2,5 gramos de alcohol por litro de sangre-. Su abogado trata de alegar defectos para que se anule el procedimiento, denunciando una “fiscalía que sigue a ciegas” y “ya no es dueña de nada”. En vano. Eddy, con barba poblada y canas en las sienes, se funde en excusas confusas: «¿Por qué arrojaste proyectiles a las fuerzas del orden y provocaste un incendio en la basura?» “Había alcohol, mucho alcohol, murmura. Hoy lamento mucho los hechos. Por suerte no hubo heridos”. “Estar borracho no es una excusa, es un agravante”, barre el presidente.
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Cuando el magistrado despliega el curso de vida del acusado, rápidamente comprendemos que la reforma de las pensiones no es la primera preocupación de Eddy. Lleva años «en situación de calle», encadenado estancias en prisión. Con casi 40 años, duerme en el metro y come gracias a una asociación. Padre de una hija adoptiva, solo tiene contacto familiar ocasional con su propia madre. Es un hombre “muy aislado”. Esta “situación de precariedad general” es reconocida por la fiscalía, que destaca que el afectado ha “dado muestras de buena fe desde el inicio de su detención policial”. Una postura rara, asegura, entre los manifestantes detenidos al margen de la violencia. Al final de la deliberación, Eddy es condenado a cuatro meses de prisión dispuesta en semilibertad con orden de internamiento. Esta sentencia debería permitir honrar futuros nombramientos con los servicios sociales de este hombre en gran “desamparo social”.
Cuando Margot lo sucede en el bar, no está sola en la sala del tribunal. En los banquillos del público acudían amigos a apoyar al que avanza en el palco, envuelto en una gran sudadera negra. Como ella, tienen el look de la Generación Z, un smartphone injertado en la punta de sus dedos. Fácilmente podemos imaginarnos a este grupo de amigas paseando en procesiones por el clima, los derechos de las mujeres o la justicia social. La acusada, de 23 años, acaba de pasar más de 24 horas bajo custodia policial por «posesión de un producto incendiario», en este caso cinco petardos, «violencia a dos personas con autoridad pública», pero también por haberse negado a dar el código de su smartphone y procedió a una toma de huellas dactilares de ADN -a la que terminó sometiéndose la joven-. –
Sin entrar en el fondo del caso, el mandatario indica que Margot arrojó botellas de vidrio a la policía mientras ocultaba su rostro. La joven, nacida en París, vive actualmente en Holanda, donde está haciendo un año sabático en sus estudios para trabajar en el «campo artístico». Ella “monta luces en los escenarios del teatro”. ¿Por qué estaba en París el día de la protesta? «De vacaciones», dice sucintamente. Su comportamiento confirma el informe de su custodia policial, en el que se afirma que ella “se mantuvo evasiva sobre su curso de vida”. La joven quiere un aplazamiento para preparar su defensa y por ello solicita un aplazamiento de su juicio. A pesar de su «desconfianza injustificada» de la autoridad judicial, lamenta el fiscal, Margot tiene antecedentes penales limpios. Se concede el despido. A la espera de la audiencia del 11 de mayo, la joven puede viajar libremente entre Francia y los Países Bajos, pero tiene prohibido participar en una manifestación en París.
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En total, solo tres manifestantes detenidos el martes en París fueron devueltos hoy para su comparecencia inmediata -el último siendo juzgado en una sala diferente-. Según un informe provisional enviado a Le Figaro por la fiscalía de París, se cerraron otros 18 casos, 8 personas recibieron una citación posterior ante el delegado del fiscal, 16 fueron remitidas para su presentación ante el delegado del fiscal, una fue remitida durante una comparecencia en Se prorrogó reconocimiento previo de culpabilidad (CRPC) y 7 custodias policiales. Estas cifras demuestran una vez más la dificultad de los tribunales para caracterizar los delitos de las personas detenidas en las inmediaciones de las manifestaciones. Pero también, la incapacidad de la policía para detener a los miembros de los bloques negros, los agitadores más peligrosos.