En la comisaría de los distritos 5 y 6 de París, la tranquilidad de la recepción -donde se mezclan denunciantes, sospechosos y policías- se ve perturbada, a intervalos regulares, por la llegada de grupos de visitantes. Con los ojos bien abiertos, cruzan el vestíbulo con paredes oscuras y decrépitas, se precipitan en los ascensores destartalados y estrechos y suben al tercer piso para descubrir el museo que recorre la historia de la jefatura de policía de París desde el siglo XVII hasta nuestros días. A través de más de 2.000 obras, que van desde la evolución de los uniformes hasta los armamentos e investigaciones criminales emblemáticas, el museo abre sus puertas a un laberinto de pasillos blancos, vestidos de archivos amarillentos por el tiempo.
Con motivo de la noche de los museos de este sábado por la noche, la exposición temporal de Alix Delmas, titulada Valses antropométricos, está en el punto de mira, hasta el 5 de junio. Ocho serigrafías a color para las que el artista contemporáneo se inspiró en “fotografías de archivos policiales donde agentes de identificación forense aplican el método antropométrico de Alphonse Bertillon (famoso criminólogo, nota del editor), que consiste en medir las partes del cuerpo de los delincuentes”, explica a Figaro Anaïs Eveno, asistente del jefe del departamento de patrimonio, a cargo del museo de la jefatura de policía.
Cráneo, nariz, entreojos, antebrazos, fémur… En el siglo XX, los cuerpos de los atracadores y sus signos distintivos (tatuajes, cicatrices, lunares) se tamizaban y enumeraban minuciosamente para crear un fichero de delincuentes. y así poder identificar a los reincidentes. Alix Delmas decidió “acercar” estas fotografías que documentan el método antropométrico y crear un colorido fresco a partir de estos primeros planos.
“Descontextualicé el documento original para crear un imaginario que vaya más allá. En la serigrafía se puede tener la sensación de mirar los valses de parejas con estos miembros que están embargados. Represento la dominación, transpongo la relación de poder a la vida cotidiana entre dos seres. Así, los archivos recuperan toda su fuerza carnal”, explica el artista.
Este museo rinde homenaje a la antropometría y, en general, a la historia de los medios técnicos y científicos de la policía. Una sala entera está dedicada a ellos, es «la pieza central» de la galería, sonríe Anaïs Eveno. Las paredes negras están cubiertas con un friso cronológico amarillo que destaca los principales avances tecnológicos. Aquí, las huellas dactilares de varios delincuentes, anónimos o famosos, allá, una cámara sobre zancos para capturar toda la escena del crimen con altura, sin estorbarla: esta técnica todavía existe pero ha evolucionado gracias a los drones en particular.
Haciéndose eco de la exposición de Alix Delmas y de la antropometría judicial, esta sala con su atmósfera de thriller oscuro reserva un lugar preferente para “la mítica silla, conocida como la silla Bertillon, en la que se sentaron los más graves asesinos, tristemente célebres, como Henri Landru, Marcel Petiot, Thierry Paulin, Guy Georges para tomar sus medidas”, comenta la guía ponente Anne-France Seraglini. El museo recuperó este objeto emblemático cuando la policía judicial (PJ) parisina abandonó el 36 quai des Orfèvres para instalarse en la rue du Bastion, en el distrito 17, en 2017. La silla fue luego reproducida en el mismo para las nuevas instalaciones de la PJ y por ello se sigue utilizando para dibujar el retrato de los delincuentes.
“El asiento es muy estrecho, tiene apenas 30 centímetros de ancho, tiene un respaldo curvo para que los hombros del sospechoso caigan hacia adentro para oprimirlo y desestabilizarlo para su interrogatorio”, describe Anne-France Seraglini. El objetivo es, por supuesto, obtener confesiones… Para crímenes a veces extremadamente brutales. Sea testigo de la evidencia exhibida en la galería: anillos «rápidos para romper las mandíbulas» utilizados por bandas en el este de París que atacaron a los residentes locales, un martillo que se utilizó para asesinar brutalmente a una mujer cuyo casquete craneal con un gran orificio también es visible en una exhibición. caso.
Un poco más adelante se almacenan viejos uniformes de policías. Dos visitantes, sentados en el suelo con las piernas cruzadas, dibujan en sus cuadernos, en blanco y negro o en color. También encontramos las armas utilizadas por la policía, que han ido evolucionando con el tiempo, pasando de la espada a la pistola, o incluso las mutaciones y creación de nuevas brigadas, como “la policía de señoritas, pasa a ser la brigada para la represión de proxenetismo Esto pone de manifiesto la evolución del estatuto jurídico de la prostituta, que pasa de acusada bajo el Antiguo Régimen a víctima de un sistema de explotación de seres humanos desde mediados del siglo XX”, subraya Anne-France Seraglini. Para el guía-conferencista, este museo es la perfecta ilustración del pasado de los policías, de las técnicas que imaginaron muy tempranamente para resolver crímenes, y de su concretización a través de los tiempos. “No estamos en el museo del crimen sino en el museo de la sociedad y la gestión de sus males”.