Durante su detención, los servicios de inteligencia que siguieron a Armand Rajabpour-Miyandoab escribieron nada menos que 57 páginas de observaciones, entre ellas ésta, fechada el 8 de julio de 2019, unos meses antes de su liberación: “Este día, durante la distribución de la comida, el detenido Me dijo lo siguiente mientras lloraba: “Mayor, algo sucio me pasa por la cabeza. Escucho la voz de todas las personas encarceladas por actos de terrorismo. Incluso escucho las voces de los yihadistas del Bataclan pidiéndome que actúe. Estoy perdida y ya no sé quién soy. Quiero degollar a mis padres al salir y explotar por los kurdos porque básicamente mi padre es kurdo. Mi fecha de liberación está cerca y no sé dónde estoy. Voy a terminar de actuar”.
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“La persona me parecía inestable”, señala el funcionario de prisiones. Todos los comentarios de su expediente penitenciario subrayan su peligrosidad y su proselitismo. También se nota en las discusiones sobre el funcionamiento de las bombas, mientras que el hombre se muestra particularmente resistente a la autoridad. Sin embargo, nada podrá sacar al individuo de su radicalismo, lo que necesariamente plantea la cuestión de la eficacia de la desradicalización en prisión. Cuando se lance al mercado en 2020, seguramente estará equipado con una pulsera electrónica, pero que lamentablemente no está geolocalizada.