“Anunciaremos este jueves el calendario y el tipo de movilizaciones, pero deberían parecerse a lo que se conoce en Francia”, avanza a Le Figaro José María Castilla, jefe de la oficina del sindicato agrícola Asaja en Bruselas. Bloqueados tramos de carreteras, puertos y mercados mayoristas, los españoles pronto descubrirán la capacidad de acción de sus agricultores. La vicesecretaria del sindicato UPA, Montse Cortiñas, vaticina: “No correréis el riesgo de perder nuestros tractores. Intentaremos perturbar lo menos posible a la sociedad, pero nuestras acciones serán muy visibles”.

Los dos centros, y un tercero, Coag, difundieron el martes por la tarde un llamamiento conjunto a la movilización. Sus exigencias se acercan a las de sus homólogos franceses o alemanes cuando se refieren a la Unión Europea: simplificación administrativa y moratoria en la adopción de nuevas normas, garantías de la aplicación de cláusulas espejo en los tratados de libre comercio para que los productos importados de terceros países no distorsionar la competencia.

“La mecha que enciende los conflictos sociales es nacional”, reconoce José María Castilla, “en Francia, Alemania o España. Esto es lo que dijo la Comisión Europea. Pero la Comisión no debería limitarse a un análisis simplista. También hay un hartazgo general por el tsunami normativo de los últimos cinco años y por nuestra marginación cuando se elaboran las nuevas normas. Las razones que tenemos en común para movilizarnos son muy numerosas. Se equivocan gravemente quienes en las capitales, y lo digo por su presidente del Gobierno, explican que el problema viene del mercado común y los españoles”.

En cuestión, las declaraciones, muy mal recibidas en España, de Gabriel Attal, sobre la “competencia desleal” o “determinados productos” cuyo uso está prohibido en Francia mientras los “países vecinos” tienen acceso a ellos. Pequeñas sentencias acusadas de echar más leña al fuego mientras camiones cargados de frutas y verduras españolas son periódicamente volcados en la frontera.

“Los sindicatos de los distintos estados miembros trabajan con espíritu de unidad”, reacciona el representante de Asaja. Estamos sujetos a las mismas normas comunitarias. Nuestros precios son competitivos por varias razones. Las condiciones agronómicas o temperaturas son mejores en España para el cultivo de determinadas frutas y hortalizas. Hemos modernizado nuestros invernaderos a la última tecnología en Almería o Murcia. En cuanto a los productos fitosanitarios, Francia autoriza 87, Italia 85, Grecia 39 y España 31. El Primer Ministro francés busca dividir el sector. Pero nuestras demandas son comunes”.

Para el representante de la UPA, “el debate sobre los niveles salariales es un debate falso. Son diferentes de un país a otro, pero es igual en todos los sectores. José María Castilla, por su parte, recuerda que el salario mínimo español lleva cinco años aumentando (un 54% entre 2018 y 2024).

Entre los motivos habituales de enfado se encuentra la acumulación de normas, especialmente medioambientales. “Las normas se aplican con extrema rigidez”, se queja Montse Cortiñas. Somos plenamente conscientes de la complejidad del cambio climático que corre el riesgo de desalojarnos de nuestra tierra o privarnos de agua. Pero las iniciativas tomadas fuera de cualquier diálogo provocan ira y parálisis en el sector”.

Los agricultores españoles también exigen garantías sobre el cumplimiento de las cláusulas espejo de los tratados de libre comercio con terceros países. José María Castilla considera, por ejemplo, que el vecino Marruecos puede introducir productos que no respeten las obligaciones sociales o medioambientales impuestas a los productores del continente: “Somos utilizados como moneda de cambio, sacrificados en aras de las relaciones diplomáticas con Marruecos. No tenemos nada en contra de los tratados per se. El de Canadá, por ejemplo, es un trato justo. Pero rechazamos la competencia desleal”.

España también tiene sus propios problemas, como la ley sobre la cadena de valor que debería impedir las ventas con pérdidas pero que los productores consideran mal aplicada, las medidas para hacer frente a la sequía que está causando pérdidas considerables en el sector o el precio disparado del aceite de oliva. , de la que España supone la mitad de la producción mundial. Pero organizaciones sectoriales consideran que prevalecen los motivos de unión transnacional. Asaja cita como prueba su participación en una manifestación convocada este jueves en Bruselas por iniciativa de sus homólogos valones.