“Ayudó a morir”. Esta es la expresión utilizada por el presidente de la República, Emmanuel Macron, quien anunció este domingo 10 de marzo que un proyecto de ley sobre el fin de la vida llegará a la Asamblea Nacional el próximo mes de mayo. Y este último se negó categóricamente a hablar de “eutanasia” o “suicidio asistido”. “El término que hemos elegido es el de muerte asistida porque es simple y humano y define claramente de qué se trata”, explicó a nuestros colegas de La Croix y Liberation.

Aunque se utiliza explícitamente -y repetidamente- en el sitio web de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad (ADMD), asociación que lucha por la legalización de la eutanasia, el Presidente de la República ve en esta expresión un equilibrio justo que supone hablar con los más reacios y los más favorables. “Las palabras son importantes y hay que intentar nombrar bien la realidad sin crear ambigüedades”, explicó.

Apropiarse de esta expresión “es ante todo una forma de trazar fronteras entre el modelo francés y el de otros países”, defiende inmediatamente Giovanna Marsico, directora del Centro Nacional de Cuidados Paliativos y al Final de la Vida (CNSPFV) en Le Figaro. “Porque este nuevo modelo, cuyo marco jurídico será debatido en el Parlamento, no permitirá que la “muerte asistida” esté al alcance de los ciudadanos de forma más amplia”. Es decir ?

Para justificar su elección semántica, el presidente explicó primero: “El término eutanasia designa el acto de poner fin a la vida de alguien, con o incluso sin su consentimiento, lo que evidentemente no es el caso en este caso”. Efectivamente, esta palabra está “cargada de una fuerte connotación”, analiza Jean-Louis Touraine, profesor de medicina y ex ponente del proyecto de ley de bioética. Porque en sentido amplio no entiende el consentimiento y se refiere a las horas oscuras de la historia y, en particular, “a las de la Shoá”, continúa el diputado honorario. “Si queremos utilizar esta fórmula, debemos especificar “eutanasia a petición del paciente”.

Precisión útil, pero falsamente honesta, responde Erwan Le Morhedec, abogado y ensayista que ha trabajado sobre el tema. “Ciertamente la eutanasia no se define exclusivamente por el consentimiento, pero es la definición más aceptada. Este es particularmente el caso de Bélgica, país en el que la eutanasia está autorizada bajo ciertas condiciones, y en particular la del consentimiento.

Para la directora del CNSPFV Giovanna Marsico, la negativa del presidente a imponer un obstáculo lingüístico plantea sobre todo la cuestión de la “intencionalidad”. Porque la inyección de un producto letal por parte de un tercero -que es una de las definiciones comunes de “eutanasia”- será una excepción en Francia, sostiene el especialista. “Concretamente, una persona que desee morir tendrá que administrarse el producto letal ella misma, excepto en el caso extremadamente específico en el que se le impida físicamente hacerlo”. Por lo tanto, si una persona se niega a administrarse el producto por motivos psicológicos, y no físicos, y se lo pide a un tercero, se le negará este derecho, continúa Giovanna Marsico. Antes de decidir: “El modelo francés prevé, por tanto, la autoadministración”.

Pero, ¿por qué, en estas condiciones, negarse a hablar de “suicidio asistido”? Porque esto “corresponde a la elección libre e incondicional de una persona de disponer de su vida”, justificó el presidente. Sin embargo, en Francia esta decisión estará limitada por “criterios precisos” y condicionada a la “decisión médica” de un dictamen “colegial”, insistió. “Concretamente la idea es escuchar la solicitud del paciente, verificarla, reverificarla y luego darle la oportunidad de acceder a ella. Con un modesto compromiso de los profesionales de la salud durante el acto, pero una importante implicación en materia de seguridad”, explica Giovanna Marsico. De esta manera, el proyecto de ley se distinguiría de un modelo más libertario, como el de Oregón, donde los médicos pueden recetar medicamentos a pacientes (con enfermedades graves) que tienen derecho a tomarlos desde casa. Para el presidente de la CNSPFV, es más acertado hablar de “suicidio asistido” que de “suicidio asistido”.

Distinciones semánticas que, sin embargo, pueden desorientar a más de una persona. “En realidad, todos estos términos se complementan”, analiza Jean-Louis Touraine. “No existe una frontera real entre la expresión muerte asistida y la eutanasia y el suicidio asistido. Creo que el presidente quiere ser bien comprendido por las diferentes corrientes de opinión, las de la mayoría pero también las de los más reacios”, explica. Antes de agregar: “No quiere hacer daño a nadie”.

En primer lugar, porque “son dos palabras en las que se concentran muchas tensiones sociales y políticas sociales y que, por tanto, pueden poner en tensión a una parte de la población”, analiza el politólogo Benjamín Morel, refiriéndose a un tema muy “delicado”. “Si eliminamos estos dos términos, daremos la sensación de poder tener un debate más constructivo al escapar de una discusión de principio contra principio”.

Mais pour le politologue, cette précaution linguistique revêt également un objectif «politique» : «Est-ce qu’il existe une véritable majorité politique dans les deux chambres qui a envie de voter pour ces deux termes?», s’interroge-t- Él. “Si queremos construir una mayoría y evitar que se divida, es mejor dar a los socios, así como a las oposiciones, los medios para escapar del dilema político”.

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Para el ensayista Erwan Le Morhedec, estas precauciones son ante todo “una manera de camuflar la realidad de las acciones”. “Sobre todo porque introduce confusión. Ya existe dificultad para que el público comprenda la diferencia entre suicidio asistido y eutanasia. Y ahí elegimos un término que no permite ninguna distinción”, concluye el autor de El fin de la vida en la República. Antes de apagar la luz. Según él, esta elección de una “fórmula eufemizadora” responde, por tanto, a una “táctica política”.

Y el propio término “ayuda” plantea interrogantes, continúa. “De hecho, los cuidados paliativos ayudan a las personas a morir. Pero hay una diferencia entre “ayudar a morir” y “hacer morir”. “No sé por qué nos cuesta tanto poner las palabras en palabras. Si estas palabras parecen difíciles de plasmar en una ley es porque la acción es difícil. Quizás demasiado difícil de nombrar y asumir políticamente”, ya detalló en nuestras páginas Claire Fourcade, médica y presidenta de la Sociedad Francesa de Cuidados Paliativos.

Pero en realidad esta estrategia léxica está lejos de ser nueva, subraya Benjamin Morel. “Trabajar con la palabra, en términos de comunicación política, es algo muy presente en el Presidente de la República”. Y es una estrategia “bastante efectiva”, continúa. En este caso concreto, “desorienta al lector que pensaba que el debate era claro y dicotómico” y que, de repente, se encuentra en una situación confusa. Esta estrategia atrapa especialmente a los opositores políticos del Jefe de Estado “que primero deben deconstruir los términos utilizados por Emmanuel Macron antes de explicar su posición”.