Élisabeth Borne prepara el terreno para Emmanuel Macron. Una semana antes del discurso del Jefe de Estado, previsto para el 25 de septiembre, la Primera Ministra presentó el lunes la “planificación ecológica” de su gobierno a los dirigentes del partido reunidos en Matignon. Una forma de “probar”, según un miembro del ejecutivo, los grandes ejes de una hoja de ruta varias veces pospuesta, que el Elíseo promete “coherente”, “racional” y “ambiciosa”. Este martes, la jefa de Gobierno deberá exponer sus ambiciones a los miembros del Consejo Nacional de Refundación (CNR).
El lunes, tras dos horas de debates a puerta cerrada -sin el Insoumis Manuel Bompard, hostil a una «nueva operación de comunicación sin efecto»- los líderes de la oposición expresaron su escepticismo. La jefa de Los Verdes, Marine Tondelier, reconoció «una observación muy completa, muy lúcida y sin precedentes», pero pidió «acción». De derecha, el presidente de LR, Éric Ciotti, lamentó por su parte la falta de «perspectivas» sobre los medios «para realizar y financiar» este plan. Ante representantes de la RN y de los comunistas, advirtió del riesgo de fuertes limitaciones al poder adquisitivo. En un momento en el que los precios de la energía se están disparando.
Ante ellos, Élisabeth Borne presentó un resumen del plan publicado en julio. El objetivo: preservar los ecosistemas y los recursos, pero sobre todo reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 55% en 2030 respecto a 1990. Esto significa pasar de 408 millones de toneladas de CO2 equivalente emitidas en 2022 a 270 millones en 2030. “Hoy debemos Lograr hacer en siete años más de lo que hemos hecho en los últimos treinta y tres años”, recuerda Matignon.
Para lograrlo, el esfuerzo debe distribuirse de forma “justa”: “La mitad de la reducción esperada de emisiones está en manos de las empresas, una cuarta parte entre las de las autoridades públicas y una cuarta parte, de los hogares”, según el gabinete del Primer Ministro. Por ejemplo, el sector del transporte, el más contaminante de Francia, debe pasar de 129 millones de toneladas emitidas el año pasado a 92 millones en 2030.
Posible, según el plan, si pasamos a “un 15% de vehículos 100% eléctricos en funcionamiento en 2030, frente a sólo el 1% actual”, mediante una mayor ayuda para la conversión o el despliegue de estaciones de carga. También es posible si triplicamos el uso diario de la bicicleta, si siete millones de empleados teletrabajan tres días a la semana, si cinco millones de franceses eligen más el turismo local, si desarrollamos RER metropolitanos en una decena de ciudades…
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Otro ejemplo, el sector de la construcción, que debe reducir sus emisiones en 28 millones de toneladas de aquí a 2030. La eliminación del 75% de las calderas de gasóleo y del 20% de las de gas permitiría ya una reducción de «casi el 40% de las emisiones directas del sector». El aislamiento de los edificios también es un tema importante, ya que requerirá la contratación de entre 4.000 y 5.000 “guías Renov’” sólo en 2025. “La dificultad del plan es que debemos asumir una parte tecnológica para ser creíbles entre los especialistas, y al menos al mismo tiempo hacer visibles nuestras medidas al público en general a través de objetos concretos”, explica uno de sus artesanos.
Para cumplir sus objetivos, el Estado pretende movilizar 7.000 millones de euros adicionales en su presupuesto de 2024, que deberá ser presentado el 27 de septiembre al Consejo de Ministros. Queda por ver cómo piensa distribuirlos. Se esperan respuestas de Emmanuel Macron, instado a avanzar por los ambientalistas y parte de su bando. Mientras tanto, el ministro de Transición Ecológica, Christophe Béchu, prepara los ánimos para nuevos anuncios: lo que presentará el Jefe de Estado, asegura, “ningún país del mundo lo ha hecho”.