Una enorme multitud, que ocuparon todas las plazas principales de Teherán, ha dado el último saludo al general de las Fuerzas Quds, Qassem Soleimani, quien fue asesinado el pasado viernes en una incursión estadounidense en Bagdad. El cadáver ha sido aprobado por el supremo iraní, el Guía, el ayatolá Ali Jamenei, quien, en lágrimas, oró en el ataúd. El cortejo fúnebre, que se inició a partir de la universidad, fue transmitida en vivo por la televisión Estatal que, de luto, se habla de millones de personas salieron a las calles para rendir homenaje al hombre que se llama el amado mártir» y para pedir venganza, gritando consignas en contra de los Estados unidos, gran Bretaña e Israel.

Junto a Jamenei fue el presidente Hassan Rohani, el número uno del Parlamento, Ali Lariyani, el comandante de los Guardianes de la revolución, Hossein Salami, y el jefe de la autoridad judicial, Ebrahim Raissi. Y junto al ataúd de Soleimani, no eran los de Abu Mahdi Al-Muhandis, el líder de una coalición de milicias filoiraniane en Irak, y otros cuatro iraníes muertos en el raid statunitese.