«¡No me gusta la escuela!» La sentencia golpea muchas veces a los padres del niño refractario en un momento delicado: el de los deberes, o la inminente salida a dicho colegio. Y el padre afirma con impaciencia: “Tú tienes que ir a clase y yo tengo que ir a trabajar. ¡Es así!» Sin embargo, esta sentencia aparentemente inofensiva de rechazo de la escuela es a veces mucho más que un capricho: puede ocultar una amplia gama de preocupaciones, desde las más pequeñas hasta las más grandes, que es necesario abordar.
“Si es la primera vez en su vida escolar o universitaria que un niño lo dice, es señal de que un problema reciente está perturbando sus relaciones con los demás”, subraya Patrice Huerre, psiquiatra infantil y autor de Comentario La escuela se aleja. sus hijos (Natán). En otros casos, “la queja se repetirá, se producirá en horarios similares, como el domingo por la noche o la víspera de la escuela, y irá acompañada de síntomas como dolores de cabeza o de estómago”, especifica Emmanuelle Piquet, psicoterapeuta y autora de Su hijo en frente a los demás. Ayudándolo en relaciones difíciles (Les Arènes).
Esto es un buen augurio para dificultades más antiguas que deben abordarse rápidamente. Saber que en la universidad, cuanto mayores son los niños, menos les gusta ir allí. En sexto grado, al 86% le gusta ir a clase “un poco” o “mucho” y solo un 56,7% en tercer grado… (“Encuesta nacional de escuelas medias y secundarias entre adolescentes sobre salud y sustancias”, EnClass, 2018).
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Ya sea que el rechazo sea repentino o recurrente, primero debes entender su origen. “Cuando el niño rechaza la escuela, la tentación de los padres es reaccionar rápidamente”, subraya Patrice Huerre. Pero la fase de exploración de las causas es esencial porque cada situación exige respuestas y actores diferentes”. Pero para ello rara vez basta con preguntar a los niños qué les pasa. “Muy a menudo guardan silencio para no hacer daño a sus padres”, señala Emmanuelle Piquet. Además, tienen miedo de lo que podrían iniciar para resolver sus problemas, ya sea con un profesor o con sus compañeros. De hecho, sus acciones suelen ser improductivas o incluso agravantes”. Los niños también pueden tener dificultades para explicar por qué se sienten mal en la escuela. Además, los padres proyectarán rápidamente su propio pasado educativo sobre las dificultades de sus hijos, incluso si eso significa pasar por alto la verdadera causa de su desencanto con la escuela.
Por eso Patrice Huerre sugiere empezar por formular hipótesis. “Partimos del principio de que no sabemos”, explica el psiquiatra infantil. Luego le presentamos una variedad de causas a nuestro hijo para permitirle expresarse”. ¿Fue rechazado por sus compañeros? ¿Fue acosado o extorsionado? ¿Se siente cohibido por el acné emergente? ¿Tiene miedo de sacar una mala nota en una tarea? ¿Tiene miedo de no entender ciertas lecciones? ¿Se siente incómodo con algún profesor en particular? “También sucede que los niños no se adaptan al sistema educativo actual”, señala Patrice Huerre. Esto no les impide desarrollar curiosidad por otras áreas que no están en el programa. Deberíamos poder ofrecerles una alternativa para que no se les acabe el deseo de aprender”.
Una vez que los padres ven más claramente las dificultades de sus hijos, Emmanuelle Piquet advierte contra la tentación de “ser positivos”. “Decirle “no te preocupes, lo conseguirás” no le ayuda, advierte el psicopracticante. Por otro lado, puedes referirte a tu propia experiencia como estudiante. Podemos hablar con él sobre el miedo que teníamos a no triunfar o sobre este maestro al que temíamos. Descubrir que su padre o su madre, su modelo a seguir, ha sido vulnerable, le permitirá combatir la vergüenza que siente.
Queda por encontrar con él soluciones concretas a sus dificultades. “Es un error pensar que el niño es siempre incapaz de reaccionar”, afirma Emmanuelle Piquet. Por ejemplo, podemos ayudarlo a desarrollar respuestas a través del humor o la autodesprecio para recuperar el control de las relaciones que lo lastiman”. Los padres, indica Patrice Huerre, también pueden “contar con una persona de referencia en la familia, con su médico de cabecera, con un asesor educativo principal o con una enfermera escolar o, ocasionalmente, con un psicólogo”. Pero «en todos los casos», insiste Emmanuelle Piquet, «debemos asegurarle que sólo intervendremos si él lo desea y siempre teniendo en cuenta su opinión».
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Por último, recuerda Patrice Huerre, “también es bueno recordar que a la misma edad nosotros mismos teníamos, en determinados momentos, preocupaciones distintas a la escolarización”. Es posible que su hijo simplemente decida que tendría mejores cosas que hacer durante el día que trabajar en ejercicios de matemáticas o gramática. Depende de ti intentar convencerlo de los encantos de este lugar que le aburre…