Se ha ido un día antes de su 91mo años, el cardenal Elio Sgreccia. Nació en Nistadore, pueblo de Arcevia, no muy lejos de Ancona, el 6 de junio de 1928. Teólogo y presidente emérito de la Pontificia Academia para la Vida, Sgreccia fue uno de los más grandes llevadas a nivel internacional.

La Pontificia Academia para la Vida, nos ha recordado con estas palabras: «Desde su creación, el 11 de febrero de 1994, el cardenal Sgreccia fue la protagonista y alma valiente y sabio de nuestra institución, el apoyo y promoción de las actividades del estudio y la protección de la vida humana en la cara de los retos planteados por la técnica y los avances biomédicos».

Sgreccia, ordenado sacerdote en 1952, y en 1974 se convirtió en un asistente espiritual de la Facultad de Medicina y cirugía en la Universidad Católica del Sagrado Corazón. El primer profesor de Bioética en la Universidad desde el año 1984, se convirtió en profesor titular en 1990. Fundador y editor de la revista de Bioética, «la Medicina y la Moral». De 1992 a 2000, fue director del Instituto de Bioética. El papa Juan Pablo II lo eligió como obispo el 5 de noviembre de 1992. Desde el 3 de enero de 2005 al 17 de junio de 2008, ha sido presidente de la Academia Pontificia para la Vida, el resto de Presidente emérito. El papa Benedicto XVI lo creó cardenal en el año 2010.
La memoria de Roberto Colombo Católica Roberto Colombo, de la Facultad de Medicina y Cirugía de la niversità Católica del Sagrado Corazón, que traza un retrato de la persona humana y profesional.

«Unánimemente reconocida por los estimadores y de la contradictoria de su pensamiento como el «padre de la bioética católica, era conocido incluso fuera del círculo de los muros del vaticano y de la nación, y ha contribuido, con su Manual de bioética , traducidos a diferentes idiomas y con una rica producción de ensayos y artículos, el desarrollo de la disciplina de la bioética y la ética médica contemporánea de la recogida y actualización de cuestiones antropológicas, y la moral de la tradición filosófica y la teología católica sobre la vida humana, a partir de Tomás de Aquino hasta Pío XII, el Concilio Vaticano II y a la de los últimos pontífices. San Juan Pablo II lo llamó a él en el Vaticano con la responsabilidad de primer orden en el pontificio consejo para la Familia y la Academia para la Vida, de la cual fue Presidente de 2005 a 2008. El primer profesor ordinario de la bioética en la Facultad de medicina de nuestro País, desde 1990 a 2006, fue también miembro del Comité Nacional de Bioética de el Gobierno italiano. Benedicto XVI lo creó cardenal en el consistorio del 2010. También conocido fuera del círculo de los eruditos de la bioética, era conocido por su carácter franco y decidido, no separados por una amistad y un seco sentido del humor, que lo hicieron menos dramático en las reuniones y en los enfrentamientos con sus pensamientos y sus palabras, una comparación que él no elude con la ira de un académico, pero él ayudó a gusto con su intervención, oportuna y decisiva, en la nacional y extranjera, los periódicos, la radio y la televisión. No era cuestión o situación en la que el juego de la vida humana, desde la concepción de la enfermedad y la muerte, que pasa a través de la investigación biológica y los ensayos clínicos que no han sido vistos a intervenir con la pasión y la fuerza de los argumentos, científica, filosófica, teológica, social, jurídico y político, que se desarrolló en una comparación – a menudo contradictorias – con los experimentos, hipótesis y teorías en la biotecnología y la medicina, y el más atrevido de la tesis de la ética filosófica, abierto para todas las oportunidades para usar y manipular el genoma de las células del cuerpo humano embrionario, fetal o adulto, aun cuando esto implica serios problemas morales y sociales».

Colombo te agrega como un «a partir de la fertilización in vitro para la selección de embriones, a partir de la clonación de la ingeniería genética, a partir de las pruebas de drogas para los trasplantes de órganos, la eutanasia para el tratamiento agresivo, hasta la política de cerebro de la constatación de la muerte, por el transgenderismo a la maternidad subrogada, no ha sido una cuestión debatida científicamente, culturalmente, antroologicamente, de forma ética y legal que no ha visto el cardenal Sgreccia afirmar y defender con realismo y la razonabilidad de las posiciones del pensamiento y de la acción de la iglesia católica. La precisión y la robustez de la documentación y argumentación de que han sido siempre respetados, incluso en entornos hostiles a este pensamiento y esta acción, tanto en Italia como en el extranjero, donde fue apreciado y buscado después como profesor y conferencista. Muchos de sus alumnos lo recuerdan con simpatía, afecto y amistad, y que no ha compartido sus posiciones éticas – de algunos de los que se consideran demasiado riguroso, o rígido – anhela la claridad de su pensamiento y la capacidad para aprovechar todos los datos disponibles para nosotros, lo que hizo que el debate y, a veces, difícil sí, pero siempre fecundo, y leales, y realmente instructivo y constructivo».

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