Cáncer, asma, trastornos musculoesqueléticos, afecciones de la piel, pérdida de audición, dificultades mentales… A veces el trabajo enferma. Pero el reconocimiento de la naturaleza ocupacional de un problema de salud no es sistemático. La enfermedad debe ser certificada a la Seguridad Social por un médico del trabajo, un médico general o un especialista, y corresponde al Seguro de Salud confirmar la imputabilidad del problema al puesto de trabajo ejercido, justificando la indemnización. Un sistema que tiene sus defectos. Los últimos datos de vigilancia de Public Health France, publicados el martes, muestran un aumento en los informes de sospechas de enfermedades profesionales. Pero la subdeclaración, conocida desde hace mucho tiempo, se mantiene en un nivel muy alto.

Durante el período estudiado (2007-2018), la tasa de notificación fue en general en aumento: del 4,9% al 7,1% de los pacientes atendidos por médicos del trabajo entre los hombres, y del 6,2% al 11,4% en las mujeres. En particular, se observó un fuerte aumento entre 2016 y 2018, con una tasa multiplicada por 1,4 en el primero y 1,5 en el segundo.

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Entre los hombres, las tasas de notificación más altas se observaron en los sectores de la construcción y la industria; para las mujeres, en el transporte, la industria, la salud humana, el alojamiento y la restauración. Por el lado de los hombres, la mitad de las patologías notificadas eran trastornos musculoesqueléticos y alrededor de un tercio estaban relacionadas con sufrimiento psicológico o riesgos psicosociales (dificultades de relación, problemas relacionados con la organización o la carga de trabajo, falta de reconocimiento, etc.). En el lado femenino, la proporción de sufrimiento mental ha aumentado constantemente entre 2012 y 2018, pasando del 42 al 52 %. Los MSD ocuparon el segundo lugar a partir de 2013, aunque siguieron siendo significativos (40 %).

“El aumento de las denuncias posiblemente esté relacionado con un cierto deterioro de las condiciones de trabajo, en particular un aumento de la productividad, y con un aumento de los factores de riesgo psicosocial, con una menor autonomía en la toma de decisiones y un aumento del miedo a perder el trabajo”, analiza. Profesor Jean-François Gehanno, profesor de medicina del trabajo en el Hospital Universitario de Rouen. Al mismo tiempo, “las condiciones físicas de trabajo no necesariamente se han deteriorado, pero tampoco mejorado, cree. También podemos ver en el aumento de informes un sesgo inducido por la reorganización de la medicina del trabajo en Francia, que llevó a la delegación de parte de la actividad a las enfermeras. Los médicos del trabajo, en cuyas declaraciones se basa el estudio de Public Health France, ahora reciben proporcionalmente más personas que tienen problemas.

Tanto para Jean-François Gehanno como para Sophie Fantoni Quinton, presidente de la Sociedad Francesa de Salud en el Trabajo y profesora del Hospital Universitario de Lille, este estudio es sobre todo un recordatorio del desafío de remediar el subregistro a la Seguridad Social de las enfermedades relacionadas para trabajar Recuerde que corresponde al trabajador hacer la declaración a la Sécu, y no al médico. Este último debe, sin embargo, establecer un certificado médico inicial que explique los síntomas observados y por qué podrían atribuirse al ejercicio de una profesión. Pero, de hecho, algunos médicos del trabajo no completan el proceso, prefiriendo, por ejemplo, derivar a la persona a su médico tratante.

Incluso cuando la patología es identificada por el médico, muy a menudo no se hace la declaración por varias razones. Así, en cuanto a las enfermedades musculoesqueléticas (síndrome del túnel carpiano, tendinopatías, artrosis, etc.), las tres cuartas partes de las que habían sido informadas por el médico del trabajo como posiblemente relacionadas con una enfermedad profesional no eran objeto de declaración a la Seguridad Social, según al estudio SPF. En el 35,4% de los casos, por desconocimiento del empleado del proceso administrativo a realizar; en el 28,5% de los casos la valoración diagnóstica -para completar el informe inicial del médico del trabajo- fue insuficiente. Finalmente, en 1 caso de cada 5, el trabajador no quiso hacer la declaración (por miedo a perder el trabajo para la mitad de los afectados). De igual forma, para los trastornos auditivos, 8 de cada 10 podrían ser consideradas como enfermedades profesionales pero solo el 10% fueron declaradas.

“La cuestión de la infradeclaración no es nueva, por lo que también desde 1999 la rama de accidentes de trabajo-enfermedades profesionales de la Seguridad Social ha hecho una importante reversión anual al régimen general”, recuerda Sophie Fantoni Quinton. Ella aboga por que los médicos y otros profesionales de la salud ocupacional sean más proactivos. Por un lado, al tomarse el tiempo de investigar, de “indagar” en el tema con los empleados que reciben, incluso cuando vienen por otro tema. Por otro lado, velando por que se comprenda adecuadamente el proceso de declaración y las consecuencias para el trabajador. Finalmente, comprometiéndose más directamente. “Cuanto más los médicos del trabajo informen ellos mismos de las enfermedades profesionales -lo que además los compromete éticamente, ya que se trata de hacer un certificado médico-legal-, más se extenderá la idea de que ese es su papel”, aboga. Otro efecto beneficioso: sacar a la luz nuevas patologías de carácter profesional que, sin ello, corren el riesgo de pasar desapercibidas.