La observación de Pierre René, glaciólogo, es clara: “El glaciar Ossoue, el más grande de los Pirineos, perdió cinco metros este verano en cinco meses. Este es un récord, porque es más del doble de su nivel promedio de derretimiento, que es de dos metros, desde que comencé a observarlo en 2002. Si en los Alpes la mayoría de los 2.500 «gigantes blancos», como se les llama, habrán desaparecido a finales de siglo, esto ocurrirá mucho antes, tal vez ya en la próxima década, de los veinte situados en el macizo que se extiende a caballo entre Francia y España. “Muchos piensan que ya hay más en el sur de Europa. Una veintena han desaparecido desde que comencé a medirlas, casi una por año y la evolución se está acelerando. Debido al aumento de las temperaturas, los glaciares ya no se regeneran con la nieve del invierno y los períodos de deshielo son más prolongados”, observa este hombre que, además de su actividad científica, es guía de montaña.
Pierre René sube todos los meses, entre finales de mayo y principios de octubre, al glaciar de la cumbre del Vignemale, el punto más alto de los Pirineos franceses con casi 3.300 metros. A menudo en compañía de miembros de su asociación, Moraine, otros científicos, franceses y españoles, o incluso estudiantes y niños, de la región y de otros lugares. “Les muestro la realidad. Observando las huellas aún frescas en las rocas, podemos visualizar la velocidad del deshielo”, explica el investigador, financiado por el Parque Nacional de los Pirineos, la región de Occitania y los departamentos de los Pirineos. “El glaciar Ossoue sólo lo vemos en el último momento, ahora está muy alto. Al contrario de lo que cabría esperar, es gris. C’est à la fois beau et triste à voir, car on se rend compte qu’un mois auparavant on aurait été sous la glace», témoigne Laura Cantounet, étudiante en master de transitions écologiques à Sciences Po Grenoble, qui a accompagné Pierre René en agosto.
La desaparición de los glaciares pirenaicos ya está teniendo repercusiones. Este verano, la cascada de Gavarnie, de 422 metros de altura y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, quedó reducida a un hilo de agua. No era recomendable la ascensión al glaciar del pico Aneto, el más alto del lado español situado con 3.404 metros. “No soy ni eco-ansioso ni pesimista. Sencillamente realista, porque sé que incluso si consiguiéramos invertir la curva de emisiones, ya sería demasiado tarde para los glaciares de los Pirineos. ¡Pero todavía hay tiempo para honrarlos y salvar a los de los Alpes!”, subraya Pierre René.
Un llamado a no rendirse que resuena con el lanzado por científicos, ONG y jefes de Estado durante la Cumbre Polar One Planet. Esta primera cumbre mundial dedicada al futuro del hielo marino, el permafrost y unos 200.000 glaciares en el mundo se celebró en París del 8 al 10 de noviembre.
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A los científicos que presentaron el primer informe internacional sobre la criosfera, los líderes políticos prometieron multiplicar por diez los recursos destinados a la investigación. Francia anunció una dotación de mil millones de euros, que incluye proyectos ya en marcha, pero también la construcción de un barco de exploración. Al final de la cumbre, Emmanuel Macron abogó por “un nivel de cooperación sin precedentes”, a pesar de las tensiones internacionales y “de la transformación en curso que amenaza a miles de millones de habitantes”.
El llamado llamamiento de París fue firmado por 32 Estados, incluidos países europeos -excepto en particular Noruega, que preside el Consejo Ártico-, así como India, Bangladesh y Australia. Este último acaba de ofrecer asilo climático a los 11.000 habitantes del archipiélago de Tuvalu, amenazado de desaparición por el aumento del nivel del agua provocado por el derretimiento de los témpanos de hielo y de los glaciares.
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