El encuentro es tan sorprendente como mágico. En el bosque pirenaico, un caminante filma su encuentro cara a cara con un oso, al que vemos ponerse sobre sus patas y observar a este visitante inesperado antes de partir tranquilamente de nuevo en busca de comida. Las imágenes, difundidas el 27 de septiembre por medios catalanes, fueron captadas en la Val d’Aran, en el lado español de la frontera.
En los últimos meses se han multiplicado los encuentros con osos, compartidos en las redes sociales. Unos días antes del caminante en la Val d’Aran, un vecino de Ariège se encontró con un oso pardo en un camino. A finales de agosto, también en España, se filmó a un oso corriendo por una carretera de montaña.
Encontrarse con un oso pardo en los Pirineos “sigue siendo inusual”, recuerda Alain Reynes, director de la asociación Pays de l’ours-Adet, que promueve el regreso del animal a la región. Pero estas observaciones más frecuentes son “consistentes” con el aumento de la población. En 2022, había al menos 76 individuos en los Pirineos (Francia, España y Andorra) según el recuento de la red de osos pardos de la Oficina Francesa de Biodiversidad (OFB). A principios de la década de 2000 apenas había diez.
La presencia de la especie en las montañas franco-españolas casi fue reducida a la nada por el hombre a mediados del siglo XX, que la cazaba para vender su carne, su piel y su grasa, explica Alain Reynes. En el siglo XIX también había cuidadores de osos, que “llevaban oseznos para entrenarlos y montar espectáculos”. “Muy a menudo, para ello era necesario también matar a la madre”, subraya el especialista. Esta es la mejor manera de reducir la población…”
Desde 1996 se lleva a cabo un programa de reintroducción en los Pirineos: se han liberado once osos pardos en la región. La población finalmente alcanzó el tamaño crítico necesario para reproducirse y crecer. Ocho veces más osos en veinte años, “no es una explosión, empezamos desde muy lejos”, añade Alain Reynes. Es una dinámica demográfica normal con reproducción”.
El oso no es peligroso para los humanos, asegura el especialista. “La última vez que un oso mató deliberadamente a un hombre en los Pirineos fue, hasta donde sabemos, en 1850”. El mamífero no “busca la confrontación”, añade, “pero no tiene actitud de presa y por tanto no necesariamente huye” al ver a un humano, como en el vídeo del caminante del bosque en la Val d’Aran.
“Tampoco deberías ir a acariciarlos como a animales de peluche”, recuerda Alain Reynes. Poco beligerante, el animal se defenderá si se siente atacado o en peligro. Para un oso adulto que pesa más de cien kilos, el resultado de la pelea claramente sería una ventaja para él. Por lo tanto, ante un oso, evitaremos cualquier señal que pueda tomarse como un signo de agresión y nos mantendremos a distancia. “De todos modos, muy a menudo”, señala Alain Reynes, “nos detectan antes de que los veamos y nos vayamos. Pero a veces sienten curiosidad”.