1685. A orillas del lago Lemán, dos hermanos matemáticos instalaron sus instrumentos de medición: un cuarto de círculo vertical, un semicírculo horizontal y cuadrantes astronómicos. Jean-Christophe y Nicolas Fatio estiman, con un simple cálculo trigonométrico tomando el ángulo de visión entre la cumbre y la horizontal, el punto más alto de la cumbre que él llama la “montaña maldita”.
Este no es otro que el Mont Blanc. Determinan su altura a 3900 metros sobre el lago Lemán, que ellos mismos estiman en una altitud errónea de 830 metros (372 en realidad). La primera medida oficial del Mont-Blanc es, por tanto, de 4.730 metros. Tres siglos después, en 2023, los científicos determinaron la cima del techo de Europa occidental a 4.805,6 metros sobre el nivel del mar. La cifra anunciada este jueves 5 de octubre es 2,22 metros inferior a la medición anterior para 2021.
De hecho, desde hace 20 años, un equipo escala la montaña cada dos años, con instrumentos de medición muy precisos. “Tomamos antenas GPS que colocamos en la cumbre para captar la mayor cantidad de señales de satélite posibles, ya sean el Beidou chino, el Galileo europeo o los americanos, y nos envían una posición en tiempo real con su reloj atómico que es basado en la radiación electromagnética de los electrones”, explica el experto topógrafo Denis Borrel, que dirigió el equipo encargado de la medición este año.
Los científicos permanecieron casi tres horas en la cumbre, desplegando otras técnicas, en particular un dron, una gran novedad este año, para perfeccionar la medición con fotogrametría que permite, a partir de varias imágenes, obtener un modelado 3D de la cumbre ultrapreciso.
Leer tambiénEl Ultra-Trail du Mont-Blanc, un mito puesto a prueba por la crítica
Pero si hoy la cumbre del Mont Blanc se calcula en centímetros, desde hace mucho tiempo su altura se determina mediante técnicas mucho más aproximadas. Después de las mediciones de los hermanos Fatio, en el Siglo de las Luces se fabricó un nuevo instrumento, el barómetro. Permite medir la altitud determinando la presión atmosférica medida con mercurio.
Sin embargo, es necesario ir a la cumbre para tomar esta medida, y así fue como el estudioso ginebrino Horace Bénédict de Saussure prometió una recompensa a finales del siglo XVIII a quien encontrara el camino hasta la cumbre. En 1786, el doctor Michel Paccard, acompañado por el campesino de Chamonix Jacques Balmat, firmó la primera conquista de la montaña. Saussure escaló la montaña un año después y midió una altura de 4775 metros.
Comienza así la “cruzada del barómetro” que “despierta numerosas vocaciones”, se lee en el libro 4.810 mediciones del Mont-Blanc, un mito publicado por el equipo encargado hoy de la medición bianual. Muchos alpinistas, en particular ingleses, corren hacia la montaña, soñando con escalarla, pero guardan un barómetro en su bolso para justificar su ascenso. Más tarde, sin embargo, un nuevo método, llamado nivelación trigonométrica, volvió a la triangulación inicial con un nuevo dispositivo de medición mucho más preciso, el teodolito, y el conocimiento detallado de las propiedades atmosféricas que permitieron perfeccionar los cálculos.
En el siglo XIX, Francia empezó a cartografiar su territorio con mucha precisión. Así establecieron los primeros mapas del personal los topógrafos del Depósito de Guerra. Después de varias mediciones, la altitud del capitán Mieulet, determinada tras la anexión de Saboya en 1860, estableció una altura del techo de Europa de 4.809,9 metros. Redondeada a 4810, esta altitud se registra luego en los mapas del Servicio Geográfico de las Fuerzas Armadas, que precedieron a los del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
Unos años más tarde, los hermanos Vallot, topógrafos y montañeros civiles, estimaron una altitud de 4807. “Debido al aura científica de los primos Vallot”, podemos leer también en el libro que relata la historia de las mediciones, y que Como conocemos hoy gracias al famoso refugio del mismo nombre bajo la cumbre, la altitud de 4.807 metros se hace oficial, será aprendida por generaciones de escolares y no será cuestionada hasta finales del siglo XX.
En el período de entreguerras, el método fotogramétrico actualizado por los científicos este año se utilizó con el auge de la aviación. Pero las diversas fotografías tomadas con los dispositivos de la época no permiten una precisión más allá del metro. Por tanto, los nuevos cálculos no ponen en duda la precisión de las mediciones de los hermanos Vallot.
Hoy en día, la medición, realizada al centímetro más cercano, varía según el año. Y, sobre todo, desde 2004 conocemos precisamente, gracias a mediciones de radar, la cumbre rocosa del Mont-Blanc, que en realidad se encuentra a unos 28 metros por debajo de la cumbre glacial. La capa de hielo y de nieve puede variar algunos metros, “según las condiciones meteorológicas”, explica el presidente de la cámara de peritos de Alta Saboya, Jean des Garets. “Las lluvias y el calor en verano pueden influir, pero en realidad la cumbre es erosionada principalmente por el viento durante el invierno”, explica el especialista.
Así, entre una medición realizada en primavera y una medición realizada a finales de verano, la cumbre puede ganar hasta dos metros de altura. En los últimos años, la altitud de la cumbre ha fluctuado hacia abajo. En veinte años, la cifra de 2023 es la más baja. Sin embargo, el científico tiene matices. “Es difícil vincular esta fluctuación con el calentamiento global, no tenemos suficiente perspectiva para sacar conclusiones apresuradas, el Mont Blanc bien podría estar más alto en dos años”.