Veinte exploradores regresaron el 22 de junio desde Arabia Saudita, donde viajaron, durante casi 40 días, 250 kilómetros en el cálido y seco desierto de Nefoud. Una estancia de duración bíblica, donde cada uno de los 20 integrantes del equipo debía turnarse para tirar de uno de los 17 carros de casi 200 kg que se utilizaban para transportar agua, bebida a razón de 8 litros diarios, alimentos, equipos y materiales científicos.
Esta es la tercera y última expedición de los “climatonautas”, un neologismo que resume por sí solo la ambición de Deep Climate. Este ciclo de aventuras en condiciones climáticas extremas fue imaginado por Christian Clot, que se presenta como un investigador franco-suizo, licenciado en ciencias cognitivas “sobre la adaptación” y fundador, en 2014, del “Instituto de Adaptación Humana”. Un “climanauta” es por tanto un aventurero de condiciones climáticas extremas, como las que podría vivir Francia en 2100 y que a veces son las de las poblaciones de determinadas regiones del mundo, como en Pakistán, en la primavera de 2022, donde el temperatura subió a 51 °C.
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En el caso de la expedición saudí, como en las dos anteriores aventuras en el frío extremo de la Laponia finlandesa (del 20 de febrero al 4 de abril) o en el ambiente cálido y húmedo de la selva ecuatorial de Guyana (del 5 de diciembre de 2022 al 4 de enero 16 de enero de 2023), los exploradores han optado por participar en “experimentos para el avance de la ciencia”, explica en particular Nicolás Ngo, de 41 años. Este exprofesor de matemáticas, que dejó su puesto en el Ministerio de Investigación para embarcarse en una historia que “ayuda a concienciar”, participó en las tres expediciones. Para él, la experiencia más difícil fue el viaje a Guyana, con niveles de humedad del 100%. Otra fiel aventurera, Mathilde Clémont, también cuarentona, encargada de comunicación y marketing de la ONG Terre
Fue seleccionada en 2016, “durante una convocatoria de voluntarios para demostrar que los humanos somos capaces de adaptarnos a condiciones extremas en colectivo”. Lo que más temía era el fuerte calor del desierto y confiesa haber sido desconcertada por las fuertes rachas de viento “que tomaban la delantera” y los periodos de descanso obligatorio, entre las 10 y las 17 horas, cuando la temperatura superaba los 40 °C. a la sombra y obligó al equipo a refugiarse bajo lonas impermeables hasta que amainó el calor extremo.
Para el equipo, la prioridad era medir cómo los humanos, “enfrentados a un nivel de cambio nunca experimentado en la historia, pueden adaptarse, en particular a nivel cognitivo”, indica Christian Clot. Su objetivo es crear un cuerpo de conocimiento sobre “salud física y mental” ante condiciones extremas, de -30°C a 50°C, de personas que no están adaptadas a estas temperaturas. Por ejemplo, no se trata de llevar a un nativo del Amazonas en la expedición de Guyana, porque ya está adaptado al calor húmedo. Para el aspecto científico de las expediciones, se han establecido alianzas con 18 laboratorios y universidades.
Este es particularmente el caso del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva Computacional de Inserm, alojado en la École Normale Supérieure de París, pero también con Onera (investigación aeronáutica), para estudiar los fenómenos de la memoria, la atención y la plasticidad cerebral en entornos extremos. También se han realizado estudios sobre fisiología y sueño, en colaboración con la Universidad de Caen y la Facultad de Medicina de Tours, o sobre genética con la Universidad de Aix-Marseille.
Aún no se han publicado resultados científicos. Deben ser conocidos desde la caída. Pero, mediante experimentos realizados en campo a través de “cincuenta protocolos científicos”, Christian Clot ya avanza que se necesitan “unos 36 días para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas”. Y “el proceso de adaptación es difícil de hacer si no hay maravillas o experiencias que hagan bien” a los climatonautas. Asegura que, en el frío, “el colectivo se calienta”, a diferencia de los ambientes muy calurosos. Ante condiciones extremas, no es tranquilizador estar solo. Pero, en medio del calor infernal, la banda es capaz de asumir cualquier problema.