El domingo 5 de mayo comenzó una carrera contrarreloj en el sur de Brasil para hacer frente a las monstruosas inundaciones que devastaron el estado de Rio Grande do Sul, provocando la muerte de casi 66 personas y obligando a más de 80.000 a abandonar sus hogares. Desde las calles inundadas o desde el cielo, la magnitud del desastre llama la atención: casas cuyos tejados apenas se ven, vecinos que lo perdieron todo en pocos minutos y el centro de Porto Alegre, la moderna capital del estado donde viven 1,4 millones de personas. vivo, completamente inundado.
SegĂşn el municipio, el rĂo GuaĂba que atraviesa la ciudad alcanzĂł el nivel rĂ©cord de 5,09 metros, muy por encima del pico histĂłrico de 4,76 metros registrado durante las inundaciones de 1941. El agua continĂşa avanzando en la metrĂłpoli y en un centenar de localidades más. con consecuencias cada vez más dramáticas. Al menos 66 personas han muerto y 101 están desaparecidas, segĂşn el Ăşltimo informe de la defensa civil brasileña del domingo.
Además de las aproximadamente 80.000 personas evacuadas de sus hogares, más de un millón de viviendas se encuentran privadas de agua y la magnitud de la destrucción es actualmente incalculable, según la Defensa Civil. 15.000 encontraron refugio en refugios establecidos por las autoridades estatales, dijo. En total, medio millón de personas se vieron directamente afectadas por el desastre.
Rosana Custodio, enfermera de 37 años que tuvo que huir de su casa en Porto Alegre, “lo perdiĂł todo”. «El jueves, alrededor de medianoche, las aguas empezaron a subir muy rápidamente», dijo a la AFP a travĂ©s de un mensaje de WhatsApp. “A toda prisa salimos en busca de un lugar más seguro. Pero no podĂamos caminar (…). Mi esposo metiĂł a nuestros dos pequeños en un kayak y remĂł con una caña de bambĂş. Mi hijo y yo nadamos hasta el final de la calle.
Se refugiaron en casa de su cuñado, en Esteio, al norte de Porto Alegre, pero el viernes las aguas volvieron a subir y la tragedia se repitiĂł. «Fuimos salvados por la lancha motora de un amigo», dijo. Desde entonces, ella y su familia han estado refugiados pero “perdimos todo lo que tenĂamos”. Las precipitaciones disminuyeron durante la noche del sábado al domingo, pero se espera que persistan durante las prĂłximas 24 a 36 horas, y las autoridades ahora advierten sobre deslizamientos de tierra.
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Eduardo Leite, el gobernador del estado que describió la situación como “dramática y absolutamente sin precedentes”, recibirá el domingo al presidente brasileño Lula por segunda vez desde que comenzaron las inundaciones. Ya ha pedido un “Plan Marshall” para reconstruir la región. Mientras tanto, sobre el terreno se repiten las mismas escenas: vecinos refugiados en sus tejados esperando ayuda y pequeñas embarcaciones navegando por lo que eran calles y avenidas.
El domingo será un “dĂa clave” para las operaciones de ayuda, dijo el ministro de Comunicaciones de la presidencia, Paulo Pimenta. TambiĂ©n comienza a aumentar la preocupaciĂłn por la falta de alimentos y la ruptura de las cadenas productivas en este estado agrĂcola, uno de los más dinámicos de Brasil y que representa una quinta parte del PIB del paĂs. Ante el riesgo de escasez, el alcalde de Porto Alegre, Sebastiao Melo, llamĂł a la poblaciĂłn a racionar el agua tras el cierre forzoso de cuatro de las seis plantas potabilizadoras de la ciudad.
Las inundaciones han aislado en parte a Porto Alegre del resto del paĂs. SegĂşn la policĂa de tránsito, las vĂas de acceso desde el sur están cortadas a unos 15 kilĂłmetros de la ciudad, pero aĂşn es posible acceder desde el norte. La principal estaciĂłn de autobuses está inundada y cerrada y el aeropuerto internacional de Porto Alegre suspendiĂł todas sus operaciones desde el viernes por tiempo indefinido.
Las lluvias se ven favorecidas por «un cóctel desastroso» que mezcla el fenómeno meteorológico de El Niño con el cambio climático y otros fenómenos extremos, dijo a la AFP el climatólogo brasileño Francisco Eliseu Aquino. Rio Grande do Sul ya se ha visto afectado varias veces por mal tiempo mortal, especialmente en septiembre, cuando 31 personas murieron tras el paso de un devastador ciclón.
SegĂşn los expertos, estos fenĂłmenos climáticos extremos han aumentado en frecuencia e intensidad con el calentamiento global. Brasil experimentĂł el año pasado una sequĂa histĂłrica en el norte del paĂs y el nĂşmero de incendios forestales alcanzĂł un rĂ©cord de enero a abril.














