Cada año, en Navidad, se oye el mismo sonido de campanas. Los largos viajes que se suceden para ir a ver a uno de los padres y luego al otro, las conexiones de tren que se saltan, las discusiones por WhatsApp que se acaloran: “¿No recogiste a Chloe en la estación? ¡Eras tú quien debía tomarlo el 26 de diciembre! Paul sabe mucho del rompecabezas de las familias reconstituidas para organizar las celebraciones de fin de año.
Como otras 728.000 familias en Francia según el INED (Instituto Nacional de Estudios Demográficos), o el 9% de las familias francesas con al menos un hijo menor, el vendedor de 34 años está separado de su exmujer, con la que había tenido una niña pequeña. “Desde nuestra separación, hace cuatro años, nuestras relaciones han sido muy malas”, testifica. A partir de entonces, la organización de esta fiesta tradicionalmente unificadora se convirtió en un suplicio. “Mi expareja ya no quiere saber más de mí y obtuvo la custodia casi exclusiva de mi hija”, explica Paul. Desde entonces, ha sido la cruz y la pancarta para intentar atrapar a su Chloe, de 8 años, durante al menos dos días durante las vacaciones.
Situaciones tensas que viven miles de hogares cada año. ¿Con quién debería pasar la Nochevieja el niño? ¿Deberíamos alternar el compartir las vacaciones, un año con uno de los padres y luego con el otro? Estas limitaciones geográficas y estos viajes repetidos a menudo pesan sobre los niños. “Hace dos años celebré la Navidad con mi madre en Bruselas”, recuerda Jacques, estudiante de derecho en Marruecos. “Pero el 25 de diciembre tuve que tomar un tren a las 6:45 hacia Massy TGV e hice tres conexiones para esperar estar en Poitiers a tiempo para almorzar y ver a mi padre”. Sin embargo, Rosa, una estudiante de secundaria de 14 años, no se ve haciéndolo de otra manera. “Si un día decidiera pasar la Navidad con mi padre y pasar una semana completa con él, mi madre se desmayaría”, lamenta. Resultado: Rosa, que vive con su madre en Marsella, tomará el avión como cada año el 26 de diciembre hacia Brest para regresar a casa de su padre.
Además de los kilómetros a recorrer, los encuentros bajo el árbol son una oportunidad para reunir a las familias de los nuevos cónyuges y los hijos deben aprender a tratar con estos nuevos invitados. “Regreso a Francia el viernes”, explica Jacques, “y esta semana me enteré de que el 24 de diciembre, que pensaba pasar con mi padre, será en realidad con su nueva novia y sus hijos”. Una situación difícil de aceptar para el joven que vive en el extranjero y rara vez ve a su familia. “Es frustrante encontrarse con personas que amas, pero tener que mantener una sociabilidad forzada con personas que no conozco bien y con las que no tengo muchas conexiones”. Palabras respaldadas por la psiquiatra infantil Sabine Duflo. “La separación de los padres, incluso cuando se vuelve inevitable por la repetición de los conflictos, es siempre un debilitamiento para el niño”, explica. «Algo se está rompiendo». En estas familias mixtas, la tarea de los hijos es doble: adaptarse a la separación de los padres y también aceptar al nuevo cónyuge y a sus hijos. Entre madrastras, medio hermanos, conflictos entre padres separados y nuevos cónyuges”, los niños se sienten atrapados en el medio, recuerda el psiquiatra infantil, “y su entorno familiar puede perder estabilidad”. En Navidad pueden surgir tensiones y celos entre los hermanos, entre los niños y sus medio hermanos y hermanas, que comparan sus regalos. Así, Paula, una colegiala de 12 años cuyos padres están separados, se muestra ansiosa ante la idea de volver a ver en Navidad a la nueva pareja de su padre: «ella siempre da prioridad a sus hijos, y muchas veces yo quedo relegada al final del mesa, siempre tengo algunos regalos menos”.
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La organización de estas Navidades recompuestas puede a veces incluso volverse amarga, como le ocurre a Victoria, una abogada de 23 años. Sus padres se separaron cuando ella tenía 13 años. Su padre conoció entonces a su actual pareja, con quien lleva 9 años. Problema: este último está enfadado con su propia familia, y se lleva muy mal con la de su nueva pareja. Resultado: Victoria pasa el 24 de diciembre con su madre, y su padre, que no está invitado a Nochevieja en casa de su nueva pareja, celebra la Navidad solo. “No puedo cortarme en dos”, se lamenta Victoria, “pero me siento mal dejándolo solo”.
Estos arreglos entre familias reconstituidas prometen mesas navideñas con geometría variable cada año. El padre de Rosa se volvió a casar con otra mujer, quien ya tiene tres hijos de dos uniones diferentes. Resumen: este año celebrará la Navidad con su padre, su hermano y su suegra, pero también con sus hijos, es decir, sus tres medio hermanos y sus respectivos padres. “Mi suegra quiere reunir a todos en la mesa para complacer a los niños”, dice Rosa, que hace una mueca ante la mención de este plan de mesa que se convierte en un dolor de cabeza. “Quiero mucho a mi madrastra y a mis hermanastros, pero sobre todo me gustaría celebrar la Navidad con mi padre, como todos los años”. Palabras que Sabine Duflo apoya. “La creencia de que la Navidad de los hijos de padres no separados sería más feliz que la de los hijos de una pareja divorciada puede ser una ilusión”, señala. Por encima de todo, los niños deben crecer en “un clima sereno donde prevalezca la paz” y con padres que se comporten como adultos. “Lo importante para el niño es que sepa sobre todo que forma parte de un grupo estable, en el que puede construir vínculos sólidos”.