El Gobierno presenta el viernes su proyecto de ley para responder a una crisis inmobiliaria histórica, cuyas disposiciones ya conocidas han hecho saltar a los defensores de la vivienda social. El Ministro Delegado de Vivienda, Guillaume Kasbarian, quiere repetidamente crear las condiciones para un “shock de oferta” para alojar mejor a los franceses, en particular a las clases medias.
La primera partida del presupuesto familiar, la vivienda, atraviesa de hecho una crisis sin precedentes. Las nuevas construcciones están paralizadas, ya que el número de permisos de construcción concedidos no era tan bajo desde hace más de 30 años. Este revés repercute en todas las etapas del proceso residencial: acceder a una propiedad es más inasequible que nunca, encontrar una vivienda para alquilar es una carrera de obstáculos… y más abajo en la escala social, el número de hogares que esperan la HLM ha alcanzado un nivel récord de 2,6 millones, mientras que 4,2 millones de personas están mal alojadas. Esta crisis viene en parte de la situación económica, con materiales de construcción más caros o tipos de interés en aumento; por otro de decisiones estatales, que redujeron el gasto o fortalecieron normas que aumentan los costos de construcción.
No hay ninguna ayuda financiera para la construcción de viviendas en esta ley que será examinada primero en el Senado, hacia mediados de junio, en el momento de la austeridad presupuestaria. “Lo que necesitamos es un relanzamiento de la construcción de viviendas sociales. Y las disposiciones contenidas en este texto se hacen dentro de un marco presupuestario limitado”, afirma el senador de la UDI Amel Gacquerre, que lamenta también que no se aborde el tema de la fiscalidad.
Guillaume Kasbarian pretende actuar sobre cuatro palancas, afirma el ministerio: “ofrecer a los alcaldes nuevas herramientas para construir, simplificar los procedimientos administrativos para construir más rápido, liberar inversiones en viviendas asequibles y facilitar el acceso a la vivienda a los franceses”. «On va donner de nouveaux outils aux maires, constructeurs, promoteurs et bailleurs sociaux pour produire plus de logements et faciliter l’accès des Français à une offre locative abordable et à la propriété», précise le membre du gouvernement, dans un entretien au Parisien , este viernes.
Pero la primera versión del proyecto de ley, consultada a mediados de abril por la AFP, provocó indignación, en particular sus disposiciones relativas a la vivienda social. El Consejo Nacional de la Vivienda (CNH), que reúne a los numerosos actores del mundo de la vivienda (asociaciones profesionales, propietarios sociales, cargos electos, asociaciones de inquilinos, etc.), votó principalmente en contra, una votación que sólo tiene «valor consultivo». Las cinco principales asociaciones de inquilinos de la HLM denunciaron inmediatamente “un proyecto de ley que se aprovecha de los pobres”. Una “reacción instintiva de quienes creen que la ley SRU es un tótem”, critica por su parte el ministro.
La libertad adicional otorgada a los alcaldes para asignar nuevas RAN alimentó sus temores de “patrocinio electoral (…) o incluso (de) preferencia nacional”. Denuncian también el endurecimiento previsto de las normas para los inquilinos de HLM que superen los límites de recursos, que verán con mayor frecuencia un aumento de su alquiler y podrían ser expulsados más fácilmente de las viviendas sociales más allá de un determinado umbral. «¿Para ir a dónde? Estos son todavía pequeños recursos para un hogar. ¡Y la distancia entre la vivienda social y la vivienda privada, en determinadas zonas, es muy, muy alta!”, declara a la AFP el delegado general de la Fundación Abbé-Pierre, Christophe Robert. “Es necesaria una mejor rotación del stock social”, sostiene Guillaume Kasbarian.
Christophe Robert también está preocupado por la anunciada flexibilización de la ley SRU, que impone cuotas de vivienda social a las ciudades. El ejecutivo espera que los municipios apartados puedan, en el futuro, integrar en una parte de su producción viviendas intermedias, destinadas principalmente a las clases medias, para ayudarles a recuperar terreno. “¿Por qué querer debilitar la ley SRU y dar una bonificación a quienes no la han aplicado lo suficiente durante 20 o 25 años, mientras que otros se han aferrado a ella?”, se pregunta Christophe Robert. «La ley viene a proponer, de forma pragmática, una solución distinta de la represión, con multas que en realidad no funcionan», replica el diputado mayoritario Bastien Marchive, que defiende un texto de «justicia social». “Lo que proponemos es una adaptación para diversificar la oferta y apoyar a las clases medias que tienen dificultades para encontrar vivienda”, insiste Guillaume Kasbarian.